Fosas comunes en Villadangos del Páramo
«... convendría desterrar la idea de que, en una futura ampliación del polígono industrial al norte y noreste del actual, pudieran encontrarse fosas comunes. (…) Una ‘posibilidad’ que a la luz de los datos que tenemos en la actualidad se antoja más que improbable».
A propósito de las gestiones emprendidas por familiares de asesinados por el franquismo en Villadangos para localizar las fosas en las que terminaron y recuperar sus restos para llevarlos con los demás de sus seres queridos, se decía en septiembre del pasado año 2020 lo anteriormente señalado en el informe oficial al respecto del Ayuntamiento de Villadangos del Páramo, asumido por su actual alcalde, parece que más interesado y preocupado por tal ampliación que por el cumplimiento del derecho humanitario, y aún por la compasiva práctica de la caridad cristiana con los sufridos deudos de los muchos infelices que injusta e inmerecidamente acabaron asesinados y desaparecidos en los predios del municipio e indignamente enterrados en algunos de sus cementerios, informe en el que se afirma y se sostiene que de aquellas desventuradas víctimas «nadie quedó sin enterrar en el camposanto».
Pues bien: en abril del año 2003, en mi búsqueda tratando de saber el paradero de los once varones «sacados» de mi pueblo Jiménez de Jamuz en la noche del 19 al 20 de septiembre de 1936 por falangistas y desaparecidos desde entonces sin que hasta hoy nada más de ellos se supiera (mi abuelo materno entre ellos), me dirigí a Villadangos del Páramo, donde, por cierto, fui muy bien acogido y ayudado por la señora Laureana Martínez, por algunas otras personas de edad, y por el señor párroco de entonces.
Las indagaciones allí realizadas me permitieron, en principio, desechar la posibilidad de que entre los numerosos paseados en sus campos se hubieran encontrado aquellos antiguos vecinos de mi pueblo.
Continuando con mis investigaciones, indagué en el verano del mismo año 2003 en los registros civiles de Sariegos, León, Cuadros y Garrafe de Torío, en los que hallé asentamientos de defunciones de personas desconocidas encontradas en el verano y otoño de 1936 en los descampados de aquellos lugares.
Hablé también en Carbajal de la Legua con algunas personas mayores del pueblo, y estudié, acompañado por uno de los sacerdotes a cargo de la iglesia de este pueblo, del que también obtuve toda clase de facilidades, los libros de enterramientos de aquellos años. Todas las pesquisas referidas continuaron resultando infructuosas en mi particular búsqueda.
En Carbajal de la Legua me manifestó don Ángel Lorenzano Flórez, quien tenía unos doce años en 1936, que en el otoño de aquel año aparecían con frecuencia cadáveres en el monte de este término. Recordaba el grupo de los encontrados a primeros de octubre (cuyas anotaciones yo había contemplado en el libro de defunciones de Sariegos).
Me contó de tres grupos de cadáveres hallados al menos en aquellos meses, uno llevado en carretas y enterrado en una fosa extramuros del cementerio, que al ampliar este quedó más o menos en su centro (algo muy parecido a lo que por entonces sucedía en Villadangos y en tantos otros lugares), y otros dos grupos que por estar ya sus restos en avanzada descomposición fueron inhumados en el mismo lugar de su hallazgo, que aún recordaba.
También me refirió como el responsable de la Junta Vecinal del pueblo obligó, por razones sanitarias, a establecer turnos de hacenderas entre los vecinos para recoger los cadáveres que aparecían en sus montes…, un procedimiento similar al que también se seguía en Villadangos.
Dadas unas y otras similitudes: ¿Puede alguien afirmar rotundamente hoy (incluidos el redactor del citado informe oficial del Ayuntamiento de Villadangos y su alcalde) que algo parecido a lo que se dio en Carbajal de la Legua no sucediera en ningún caso con algunos asesinados en los montes de Villadangos del Páramo?