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La ministra de Igualdad, Irene Montero, ha realizado unas polémicas declaraciones en torno a la situación que viven las mujeres afganas y las españolas. Montero ha trazado un paralelismo entre «la opresión» de las mujeres de Afganistán y las españolas; matizando, eso sí, que hay diferencias entre unas y otras. Yo no sé si estos políticos, cuando hablan, son consecuentes con lo que dicen ya que el esperpento es el manifiesto continuo de deformar la realidad. Hay actuaciones que degradan a un ministro, en este caso a la ministra e, inclusive, denota carencias sociales, culturales y, desde luego, quieren siempre llamar la atención. Ese exceso de feminismo repugna ya porque en este país las mujeres son respetadas y no están subyugadas al hombre. Yo no sé si estas feministas fueron esclavizadas, en el caso de la ministra y sus adláteres conjuro que no. Pero bueno, siempre hay excepciones para cautivar y, sobre todo, para ganar el voto que es lo que interesa. Decir que las mujeres españolas son oprimidas como las afganas, matizando que hay diferencias, debería explicar cuáles. Sus comentarios deben ser el resultado de un sueño que, como todos los sueños, no dejan de ser fruto de un subconsciente porque, si se fuera consciente, no se dirían disparates de tal calibre que solo sería posible en países incivilizados y carentes de todo sentido de dignidad y de derechos.

Yo no he visto a ninguna mujer española andar con burka. No hay ninguna mujer española que no se le permita estudiar. No hay ninguna mujer española que se le impida ocupar cualquier cargo. No hay ninguna mujer española que sea azotada por ir con la cara descubierta. No hay ninguna mujer española que se someta a un harén de esclavitud y así sucesivamente. Puede ser que aquellos que en España sean islamistas sometan a su mujer o a sus mujeres, pero desde luego no son ni la sombra de lo que sucede con las mujeres en Afganistán.

Esta ministra defensora de la mujer, en exceso, debería proponer que se aprobara un presupuesto especial para poner una delegación española de la mujer en Kabul y que tuviera como objetivo la defensa de la mujer afgana y que, en su inauguración, estuviera presente la susodicha ministra, esa que maneja el diccionario de la lengua española con expresiones tales como hijes y solo falta que a las mujeres les llame mujeros y a los hombres, hombras. Todo es posible en este fango político. O bien, sin salir de España, se dirija a todas las comunidades islámicas y pregone la defensa de la mujer, la igualdad y que la doctrina islamista va contra todos los derechos de las féminas del Islam. No se atreve ya que puede peligrar inclusive su integridad. Lo que ocurre es que llamar la atención y enarbolar banderas de derechos es muy característico de políticos casposos que suelen pedir derechos para los demás e ignorar los deberes ya que se les ha visto el plumero y en lugar de torear el toro en el ruedo lo estoquean en el graderío. Creo que este feminismo, en exceso, que pregona la ministra de turno, se le está volviendo contra ella.

Sea valiente. Vaya a Afganistán y que le reciba el gobierno de los talibanes y les diga que en España las mujeres no llevan burka

Afortunadamente, la mujer en España tiene todos los derechos en igualdad con el hombre. No es discriminada. Se la respeta. Lo que debería proponer esta ministra es ayudar a las mujeres, por ejemplo, en su maternidad. Procurar para ellas todas las facilidades para que puedan compatibilizar su trabajo con la atención a sus hijos. Ayudar a las familias. Incrementar las ayudas para los hogares. Dignificar a las mujeres maltratadas que tengan toda la seguridad y los medios para una vida digna. Pero la señora ministra usa el principio aquel de hacer lo que yo os diga que yo haré lo que mejor me convenga. No predica la señora ministra con el ejemplo. Es madre de tres vástagos. Tiene todas las comodidades palaciegas. Asistentas que cuidan de sus niños y, parece ser, con cargo a las arcas del estado. ¡Cuánto cinismo manifiestan estos políticos! Piden derecho a una vivienda digna, piden derechos para las mujeres y la realidad es que ellos pasan de la chabola al palacio y de servir a ser servidos y sigue predicando igualdad y derechos para las mujeres afganas y para las españolas. Señora ministra, creo que está usted fuera del tiesto.

Ya sabemos que es lo que es por ser compañera, amiga, pareja del jefe que la catapultó al trono. Ya sabemos que pasó de cajera y recaudadora a recaudar para sí. Ya sabemos que era una ciudadana más y que un día sin pasar por ningún grado directamente la elevaron al generalato. Pero sepa usted que las mujeres españolas están en derecho alejadas en el abismo de las afganas. Repito, haga usted algo por estas mujeres que están siendo martirizadas por bárbaros sin escrúpulos. No tire la piedra y esconda la mano. Sea valiente. Vaya a Afganistán y que le reciba el gobierno de los talibanes y les diga que en España las mujeres no llevan burka. Ocupan cargos públicos. Practican cualquier deporte. Estudian en la universidad. Son iguales ante la ley con los mismos derechos que los hombres. No lo hará porque usted, señora ministra, tiene como lema la demagogia. Las mujeres españolas solo se parecen a las afganas en su condición de género y cuando opine diga que le gustaría que las mujeres de Afganistán tuvieran algunos de los derechos que tiene la mujer española, entre otros, al menos ir con la cara descubierta para contemplar no solo su condición de mujer sino también ser admirada porque la belleza y la hermosura no es un derecho, es lo que la naturaleza ha dado y contemplarla, es condición innata y natural del ser humano que nadie puede arrebatar. Señora ministra, sea consecuente con sus palabras, quedeben ser comedidas y diga que le gustaría que la mujer afgana tuviera algunos de los derechos que tienen las españolas.