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ETA, crímenes, encubridores y beneficiarios

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El pasado 18 de octubre, el terrorista Arnaldo Otegui, ahora coordinador de la franquicia EB Bildu, leyó en rueda de prensa una «declaración» de cinco puntos para blanquear el compadreo del presidente Sánchez, del ministro Marlaska y del resto del Gobierno con los herederos de la banda terrorista. A petición del Ejecutivo, y con el texto claramente consensuado, Otegui salió en su auxilio cuando, desde Moncloa, más lo precisaban, a las puertas de los presupuestos. Sánchez necesita los votos de los usufructuarios de los terroristas y no ha dudado en tenderles la mano para disimular su horror, poner el cuentakilómetros a cero y pasar página.

En su arenga, Otegui expuso, entre otras burlas, que «el conflicto no se debió prolongar tanto tiempo» y que era necesario «dar solución a la cuestión de los presos para poner fin a la política penitenciaria». Es decir, que los crímenes fueron necesarios durante años y que ha llegado el momento de sacar a los asesinos de las cárceles. Ergo, ¿cuándo tenía que haber parado ETA sus matanzas, según Otegui: a los 400 muertos, a los 600 muertos o un poco antes de los 864 asesinados, 3.000 atentados y 7.000 víctimas, el día que la banda fue derrotada, hace ahora una década, por los cuerpos policiales?

Otegui, que evitó pedir perdón en su discurso falaz, justificó implícitamente lo que todo el mundo con sentido común conocía, que Bildu es ETA y, por tanto, rentabiliza políticamente las matanzas sin que el Gobierno se oponga verdaderamente. Como dijo a propósito Fernando Sabater: «El terrorismo se ejerció para algo y ahora mismo estamos en ese algo». 379 crímenes esperan esclarecimiento. Bildu sabe quienes son la mayoría de sus autores porque casi todos están en sus filas homenajeando en la calle a los etarras que salen de prisión, sin que Marlaska ni Sánchez hagan nada tangible por impedirlo. Como tampoco se ha hecho nada desde Moncloa para impulsar la localización de arsenales que aún permanecen ocultos.

Bildu, Sortu, la izquierda abertzale y el resto del firmamento etarra reescriben el relato del horror a su medida. Ponen al mismo nivel a víctimas y verdugos, llaman «conflicto» a los 864 crímenes y consiguen acercar y liberar sin disimulo a los asesinos que reciben luego con ofrendas y brazos abiertos en las plazas de los pueblos. Una estrategia perversa para diluir la huella de sus 60 años de terror con el asentimiento de un gobierno obsceno. Presos por presupuestos. La cronificación del daño moral a las víctimas es demoledor.

El 21 de junio de 1979, un comando de ETA intentó matar a tiros a los policías del complejo de Basauri. Yo era uno de ellos. Meses después asesinaron en una emboscada a mi compañero Antonio Moreno Núñez en Santurce. Sólo en el trienio de los años de plomo (1979-1981), ETA mató a 221 inocentes.

Ver a Sánchez y a Marlaska compadreando ayuda mutua con los usufructuarios de la banda terrorista me cuesta la náusea. Si en verdad hay justicia, espero que algún día las enciclopedias se ocupen de ellos. La ambición infame todo lo emponzoña.