Diario de León

desde la corte

El novio del guardia civil

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León

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TENÍA mucha razón Alfonso Guerra cuando dijo que «a este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió», y en esas estamos. Para encontrar el cambio, no hay que buscar una gran noticia. Las señas de la transformación suelen estar en una pequeña historia. Por ejemplo, la del guardia civil que ha pedido vivir con su novio en la casa-cuartel. ¿Se imaginan esta petición hace años? Sería el gran cachondeo. En tiempos del guardia Tejero, un motivo más para el golpe de estado. Habríamos revivido aquellos rancios chistes que contaban el escándalo de la pareja que se besaba en el descampado: «es que era una pareja de la Guardia Civil», decía el narrador. Hoy, con esta «operación salida» que vivimos -salida del armario, naturalmente-, la pequeña noticia es aceptada. Después de ver a un cura gay, a pesar de su voto de castidad, y un coronel del Ejército que se confiesa maricón, ¿dónde está el problema de que un guardia civil también lo sea? Lo extraño sería que la Benemérita siguiera siendo la única institución donde no se diera ningún caso. Al menos, confesado. Estamos, por tanto, ante un episodio de normalidad, llamativo, pero no escandaloso. Lo asombroso -para bien- es que la Dirección General del Cuerpo no mostró ni la menor reticencia. Como si estuviera esperando algo así, reaccionó con rapidez impropia de un estamento oficial. Y promete cambiar el reglamento para que esta pareja y las futuras dispongan de un hogar con normalidad. ¿En una casa-cuartel? Sí, señor, en una casa-cuartel. Es irreprochable. Con la Constitución en la mano, no se puede discriminar a un guardia por razón de sexo. ¡Qué cambio más descomunal se ha producido para llegar a esta situación! Cuestión distinta es que ese guardia pueda soportar ahora la presión social. Legalmente se acepta. Socialmente, temo que esa pareja tendrá que pasar un duro examen diario de la vecindad.

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