Diario de León
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León

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HACE años, cuando la democracia alboreaba en nuestra España, hubo intentos de repasar la historia patria de este pequeño terruño leonés y su comarca que se llama Valencia de Don Juan con el fin de ponerse al día en eventos sociales e históricos que nada dicen hoy día a los habitantes de un pueblo tras muchos años de regímenes dictatoriales y de infeliz memoria para muchos de sus convecinos. Alboreaba como digo, la democracia en España con un gobierno municipal socialista, salido de las urnas con abrumadora mayoría, el cual supo recoger la mención de este repaso a hechos pretéritos repulsivos para mucha gente. Ante una pequeña referencia de intenciones, tanto en la prensa local escrita como en el medio hablado, y una somera insinuación de revisar estos hechos en un pleno municipal, se levantaron rápidamente voces discrepantes que estallaron en un fragor de cánticos de compunción al recuerdo de nuestros antepasados y de sus glorias y faustos marciales. El gobierno de entonces, para no herir susceptibilidades, cerró filas ante las propuestas surgidas y todo quedó como estaba con las interpretaciones de nuestras historia patria. La historia de Valencia de Don Juan estaba bien hecha y que nadie se atreviera a tocarla era la máxima de una minoría que impuso su credo, ante el silencio de otros. Las letras de las páginas de su historia eran intangibles, y como al poema del poeta, se fulminó con «no lo toquéis ya más que así es la rosa». Así quedó todo: el himno oficial de «Coyanza» no de la villa de Valencia de Don Juan. El castillo de «Coyanza» no de Valencia de don Juan y otros y otros tantos axiomas para la historia de este pueblo que no convenía mover de sus estalactitas. No lo toquéis, que Coyanza está bien hecha. Y si llega a la mayor falacia de la historia de este pueblo: la historia de la villa de Valencia de don Juan, de la que alguno insinuó por aquel entonces la conveniencia de una nueva edición aclarando conceptos de algunos capítulos, cegando lagunas entorpecedoras del devenir histórico de este pueblo y con el añadido de un apéndice para su puesta al día, es destrozada por una de aquellas voces discrepantes y defensora de no tocar «la rosa» con el fraudulento nombre de Historia de Coyanza. No se levantaron voces contra tamaño dislate de alterar y fundir la Historia de la villa de Valencia de Don Juan, obra del benemérito sacerdote, hijo del pueblo Teófilo García Fernández, en dos enormes tomos de gran tamaño y peso. Tan sólo dos valientes voces se atrevieron a poner en solfa tal osadía con su prudente oposición a la alteración del nombre histórico de la villa, dos voces que, a partir de entonces, por oponerse al fraude y al dolo y mantener y defender el auténtico realismo histórico de la villa, pretenden algunos en el ámbito local acallarlas y perseguirlas por decir verdades como puños, anatematizando sus escritos con el «no procede su publicación». ¿Dónde están ahora los discrepantes de entonces? ¿Dónde, en esta hora, las voces que prendían la memoria de sus muertos con aquel «no cambiéis ni una sola letra?». En un lejano ayer nadie alteró el nombre de «Noble Coyanza» por noble Valencia de Don Juan. Hoy en cambio por Coyanza se ha alterado hasta la propia historia de Valencia de Don Juan. Hágase la luz y la luz fue hecha. Y así, hasta en actos solemnes, visitas de ilustrísimos y excelentísimos señores, homenajes a toda clase de personas se hace obsequio de la bien hecha historia de Coyanza esculpida com primor de orfebre. Qué falacia, qué engaño, qué fraude a nuestra genuina y auténtica historia de Valencia de don Juan, que yo deseo resucitar ante la mirada y el recuerdo vivo de mis antepasados, de mis muertos. Dicen algunos, prudentes sabios, que los munícipes no se leen la historia del castillo y de los condes de Valencia de don Juan. Yo diría aún más. No se leen ni la Historia de Coyanza, pues en ella está recogida toda la historia del castillo gótico de los condes de Valencia de don Juan, no de Coyanza, y toda la genealogía de la ilustre y noble casa de los Acuña y Portugal, señores de la villa de Valencia de DonJuan, no de Coyanza. Que se la lean, que se la lean y lo comprueben y que se enteren también de otras historias que desconocen: la historia de la Diana de Jorge de Montemayor, dama noble de Valencia de Don Juan, no de Coyanza, y así comprenderán mi versión teatral sobre la misma. Y que rectifiquen que ya lo dijo el filósofo chino Confucio: «el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor error».

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