Todos de acuerdo

ES confortador comprobar que, por una vez, no hay discrepancias entre los partidos políticos. Todos han aplaudido la benemérita medida del director general de la Guardia Civil, señor López Valdivielso, de aprobar «de manera inmediata» una modificación de la normativa del cuerpo para que las parejas homosexuales puedan vivir en las casas cuartel. ¿Qué digo aplaudir? Lo que han hecho los partidos políticos ha sido ovacionar. Si alguno se hubiera opuesto a que el agente de Palma de Mallorca, S.M.G., que ha dejado de ser un agente secreto al declarar su tendencia sexual, viviera con su novio, habría cometido un grave error político. Es mucho más sensato cambiar el reglamento que indisponerse con un colectivo tan numeroso. Los que se escandalizan ignoran, en primer lugar, que el escándalo ha muerto, y, en segundo, que las opciones sexuales siguen vivas. Todas son respetables. Incluso las de los heterosexuales, que se casan con una persona que no tiene nada en común con ellos, ni siquiera el sexo. ¿Qué importa? «No es bueno que el hombre esté solo», dice la Biblia. Y en ocasiones es mejor que esté acompañado por otro hombre. Quienes hablan de decadencia y creen que la gloriosa institución va de culo se equivocan. Deben leer «Corydon», donde André Gide cuenta, en espléndida prensa partidista, cómo en los ejércitos macedonios los generales ponían juntos a los soldados amantes, que se batían como leonas, ante la vergüenza que podía suponer, a ojos de su compañero sentimental, huir del enemigo. Al parecer, jamás dieron la espalda, salvo en privado. Ninguna circunstancia personal puede alterar la igualdad ante la ley, pero el exagerado revuelo que suscita la que hoy por hoy es la pareja de moda en España sería distinto y mucho menor de no subsistir las anacrónicas casas-cuartel. Ahí también están de acuerdo todos los partidos. Los casados, casa quieren, pero no casas-cuartel, sino pisos normales. A pesar de los problemas de la vivienda, se evitarían otros problemas.