París ama a León

J. F. Pérez Chencho PARÍS bien vale una misa. El cardenal Richelieu se quedó corto en su dogmática precisión. París vale hoy mucho más que una misa, aunque fuera concelebrada por todo el cabildo, para León. Vale más que una anovena, a la que tan devota era mi madre, sobre todo a las que llenaban de rezos y besos en el santuario de la Virgen del Camino. En París, ciudad de luz, libertaria y mágica, se decide hoy la IV edición del Gran Premio Euopeo de Urbanismo. Lo avala y concede el Consejo Europeo de Urbanistas, que es algo así como el ojo de cristal con luz en tres dimensiones de lo que ha hecho cada ciudad. Es un premio de prestigio, ya lo sé. Se otorga cada cuatro años. Nuestro país ya tiene dos ciudades para exhibir en el cuadro de honor: Santiago de Compostela, a la que lavaron la cara y el lomo dos arquitectos leoneses, y Toledo. Son como espejos mágicos en los que desearon mirarse todas las ciudades de Europa. Recuperaron el pasado para activarlo como presente y proyectarlo para el futuro. Las dos ciudades, tras el premio, han gozado de un valor añadido espectacular. Y de eso se trata. ¿Acaso Salamanca, que está en las tripas de la cultura, no se lo está llevando de calle? En la edición del 2002, León aspira al premio en el partado de «Dominio Público y Diseño Urbano». Exhibe como tarjeta de presentación el proyecto de conservación del casco histórico: desde la calle Ancha, al entorno de la Catedral, desde el Barrio Húmedo a otras diagonales. Tiene argumentos. Y muy sólidos. Ha pasado a la final compitiendo con otros cincuenta proyectos de trece países. Hoy tendrá que defender su actuación, que pasa por peatonalizaciones, conservación de entornos históricos y otras mejoras que saltan a la vista, no es necesario enumerarlas. Hace una década eran imposibles. El arquitecto J. M. Alonso será el encargado de que visionen una ciudad, León, más amable, estructurada, mágica y cultural. Su proyecto ha logrado impresionar al Consejo Europeo de Urbanistas. Por eso le han dado boleto para la final y, tal vez, le otorguen hoy el oro. Hoy tendrá que hacerlo también el jurado. León es finalista junto con otro medio centenar de ciudades. Todos apuntan a que León se llevará el gato al agua. Luis del Olmo, que bebe en los cálices azules, lo daba por hecho. O sea: que salvo un rebrinco de los dioses, León logrará el Premio Europeo. Es tal la confianza que ayer mismo el corregidor, Mario Amilivia, y el concejal de Urbanismo, Cecilio Vallejo, volaron a París. Saben que París vale más que una misa. Suponen que sus jaculatorias ayudarán a conseguir un óptimo resultado en las elecciones de mayo. Todo es ya como un balancín electoral. Si hoy, como se espera, León obtiene el reconocimiento europeo, el tema será eje estrella de la campaña electoral municipal. Cada cual se agarra al clavo más sólido. Y el de Mario Amilivia, sin duda, será el galardón europeo.