Diario de León
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Luis del Val MÁS tarde o más temprano, la Unión Europea necesitará plantearse la organización de un Ejército. Y no me refiero a la suma de los ejércitos existentes, muchos de los cuales son excelentes para desfilar, pero mal dotados para una guerra moderna, sino de un Ejército acorde con la importancia económica de la sociedad que debe defender. El problema no es de coordinación, ni de mando, ni de organización, ni de criterios, sino de dinero. Napoleón, que sabía algo de ciencia militar, afirmaba que las tres cosas más importantes para un ejército eran dinero, dinero y dinero. Han pasado dos siglos y no ha variado mucho esta constante, que es incómoda, porque eso significa exprimir a los ciudadanos a través de los impuestos, y eso es algo que ningún político quiere arrostrar, porque los políticos siempre pretenden un imposible: tener poder y que les quieran. Estados Unidos tiene un ejército. Le cuesta mucho dinero. Le cuesta también vidas humanas. Pero eso es lo que le convierte en una potencia de primer orden. La Unión Europea tiene unos ejércitos locales, algunos baastante eficaces como el británico o el francés, pero dedicados siempre a labores subalternas, cuando hay que defender los intereses occidentales, porque el que manda es el Ejército por antonomasia, que es el de Estados Unidos. La potencia económica de la Unión Europea no es mucho menor que la de Estados Unidos, pero es mucho menor su potencia bélica. Los europeos nos quejamos de que Estados Unidos haga de sheriff del universo sin consultarnos. Es decir, que los europeos pretendemos que Estados Unidos ponga los dólares, ponga los muertos y, después, nos consulte para que le digamos lo que tiene que hacer. Nos aferramos a esa contradictoria situación, porque no queremos gastarnos un euro más en Defensa, y porque es cómodo tener policías gratis. Luego, protestamos cuando el que paga a los policías les ordena lo que tienen que hacer.

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