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León

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el portavoz socialista Jesús Caldera demuestra que el Gobierno ha presionado al Banco de España para que infle el crecimiento del PIB en el tercer trimestre del año, o en el estilo de hacer política que propugna Zapatero tendrán acogida a partir de ahora la sospecha como verdad y la falacia como denuncia. Ya se sabe que en las campañas se hace normal el navajeo y, en ocasiones, hasta se ha puesto en peligro la cimentación del Estado, pero si el partido que exhibe y defiende los buenos modales, la veracidad de sus afirmaciones y una paciente mansedumbre ante el infundio de su adversario empieza a imitar el comportamiento de éste, se volatiliza la esperanza de una dignificación de la vida pública. Suponiendo que fuera cierta y demostrable, la acusación de Caldera haría menos daño al Gobierno, por el juego de presiones que suele practicar el poder, que al Banco de España, a lo largo de cuya historia nunca se había dudado de sus análisis, merecedores de credibilidad y respeto. Es comprensible que al máximo responsable económico del Gobierno le desagrade, cuando se inicia una campaña electoral, y la del 25 de mayo ya se ha iniciado, que la desaceleración económica se refleje en cifras concretas, pues los números se ven mientras que los discursos oficiales se ignoran o suelen ignorarse, por lo incompresibles que resultan a veces. Bien es verdad que el PP y su Gobierno, que es el de todos, arremeten contra el líder socialista y el PSOE de un modo coordinado, lo que revela una perfecta sintonía entre La Moncloa y Génova 13, al recitar Mayor Oreja, el presidente Aznar y el secretario general Arenas el mismo argumento sobre la inestabilidad constitucional que representan los socialistas. Y Zapatero replica a esa malintencionada imputación diciendo que Aznar ha perdido «el sentido de la realidad». La realidad suele ser un factor desdeñable en las campañas electorales, pues siempre les resulta más cómodo a los partidos arremeter contra las falacias que adjudican a su adversario que discutir serenamente con él sus propuestas, aunque alguna vez se discuten, si acceden a enfrentarse en un debate de televisión. Sería malo que la gente empezase a cansarse de las promesas electorales de cambio, la palabra que no se les cae de la boca a los partidos en la oposición. Cambio, gran cambio, propuso el PSOE en 1982; cambio, cambio y regeneración democrática, prometía el PP en las campañas del 93 y el 96, y cambio ofrece ahora Zapatero. Para ser creíble, Jesús Caldera debería demostrar que el Banco de España habría cedido a la presión del Gobierno, falseando un dato macroeconómico.

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