EN BLANCO
Políticos
AUNQUE uno no sea muy dado a nacionalismos de calderilla, pues más bien me apunto a esa sana filosofía de «nada de banderas, fronteras ni carteras», el leer las declaraciones hechas a este periódico por Félix Monteira, director del periódico económico Cinco Días y berciano de nacimiento por más señas, produce una sensación primera de rabia y luego otra posterior de autocompasión. Si no las han leído, Monteira viene a decir que León es la provincia de los proyectos inacabados, de las grandes historias que crean todas las expectativas del mundo, pero que nunca llegan a realizarse. Y el tribunal de los hechos ha dictado sentencia, condenando a León a ser uno de los lugares más retrasados de España. Una cáscara vacía y consumida, con menos espíritu que un ladrillo. Félix Monteira señala a los políticos leoneses como máximos responsables de semejante situación, dada su prodigiosa capacidad para crearse problemas artificiales que, a la larga, sólo sirven para obstaculizar el auténtico progreso social y empresarial. Criados a los pechos del Estado y amparados en automatismos adquiridos de resignación y narcisismo autocomplaciente, el choque de egos entre la clase política ha llevado al pueblo leonés a una de las cotas más bajas de su historia. La lógica nos dice que es el momento de formar un frente común de iniciativas, concordia y amplitud de miras, aunque reclamar tal demostración de buen juicio a nuestros gobernantes suena como pedir de repente al tigre que se convierta en vegetariano.