Diario de León
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UNQUE haya sorprendido, a nadie le ha extrañado que Ana Botella acaricie la idea de iniciar su propia carrera política antes de que su marido abandone La Moncloa. Se trata de una mujer, según afirma el mismo Fraga, que «siempre ha estado en política, de un forma o de otra, con la mayor discreción...». A la discreción podría añadirse la constancia, al menos como esposa del presidente del Gobierno, a quien ha acompañado tanto en la balconada de los triunfos electorales como en viajes de Estado y actos de política interna. Todo o casi todo va a interpretarse a partir de ahora en clave sucesoria, y la invitación de Ruiz-Gallardón a Ana Botella para que engalane y vigorice la lista del PP en las elecciones municipales de Madrid no se separa fácilmente de los problemas que plantea la sucesión. Si las tensas y distantes relaciones entre Ruiz-Gallardón y Aznar se han analizado siempre como el esbozo de un hipotético cisma a medio o largo plazo en el PP, la llamativa reconciliación entre los dos políticos reflejaría en este momento la unidad absoluta del partido en su legítima defensa electoral. Fuera de la disciplina de La Moncloa y de Génova 13 no queda nadie. En Génova 13, sin embargo, empiezan a hervir bajo la disciplina ambiciones e impaciencias. La invitación de Ruiz-Gallardón tiene consecuencias políticas antes incluso de que haya dado una respuesta afirmativa Ana Botella, quien se ha concedido un plazo para tomar su decisión, mientras los confidenciales rivalizan por internet en desvelar ofertas del PP, como si el PP no fuera el mismo Aznar, para que la mujer del presidente encabece la lista por Madrid al Senado, como si una concejalía del ayuntamiento se les quedara corta a los méritos o a la valía de Ana Botella. El caso es que Ruiz-Gallardón quiere obtener en las elecciones municipales un triunfo arrollador. Un triunfo arrollador de R-G, en el brillante escaparate de Madrid, resultaría incómodo a la cúpula «popular», y más aún si el partido lograra instalar al sucesor de Aznar en La Moncloa, tras las generales del 2004, pues sólo Ruiz-Gallardón, entre las figuras notables del PP, se ha atrevido a reiterar su aspiración a la Presidencia del Gobierno. Y entre las municipales del 25 de mayo y las generales de fin de la legislatura habría diez meses de gran febrilidad política, pero un tiempo suficiente para que Ruiz-Gallardón tomara posesión del ayuntamiento, repartiera las concejalías, cepillase un poco la caspa municipal y, si la economía le fallase a Rato y las elecciones municipales a Mayor Oreja, fuera designado sucesor de Aznar. Es una simple hipótesis.

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