El crimen eólico y la Cabrera
Colocar hileras de enormes molinos de 200 metros de altura por la pureza de las cumbres de la Cabrera es un crimen medioambiental y de índole humana monstruoso. Es indiscutible. Y es imposible entender la aprobación de los partidos políticos, de sus diputados, de sus senadores y de sus ministros. Y es más imposible todavía entender la posición resignada de los regidores municipales y de los alcaldes, que permiten sin inmutarse la destrucción de su tierra para siempre.
Ante la vorágine desatada por devorar los Fondos Europeos de Recuperación de la forma más descarada e injusta, el Gobierno central del PSOE y Podemos ha perdido el pudor y todo atisbo de respeto a la Naturaleza y a los habitantes del rural, calificando su tierra y sus pueblos, sin vergüenza, como «zonas de sacrificio». Utiliza como colaboradores a las grandes eléctricas para semejante maniobra de saqueo. Usa argumentos de parvulario como «salvar el planeta», «energía renovable y justa», «descarbonización», «calentamiento global», «transición ecológica», y otros del mismo tenor, para engatusar.
El electorado de estos partidos, siempre muy incondicional, está ahora en la ceguera. Permanece mudo y nokeado, sin reaccionar, como embobado, ante el mayor atentado a la identidad del país y a las posibilidades de desarrollo de todo el mundo rural, que supera en atrocidad a los pantanos de Franco. Y ese electorado contemplará estupefacto, supongo, cómo funcionan las puertas giratorias de altos cargos del PSOE hacia las eléctricas —incluso alguna exministra hace poco— con unos salarios descomunales. Y ese mismo electorado calla, todavía atónito, ante el pringue de corrupción que parece rezumar en masa de esta brutal invasión eólica.
Los partidos del Gobierno, PSOE y Podemos, están atacando sin reparos a la industria turística, la mayor del país, responsable del orden del 12% del PIB, con el impacto desmesurado de semejante implantación eólica y solar. El paisaje, como sabemos, es un recurso y un reclamo turístico de primer orden. Se vería absolutamente afectado a nivel país, siendo más grave cuando se trata de comarcas de altísimo valor ecológico, paisajístico y etnográfico, como es la Cabrera. Nada parece importarles.
La Realidad y la Riqueza: La Cabrera es ya, de hecho, un parque natural, aunque falte su reconocimiento. La calidad del medio natural, su pureza, su belleza y sus altísimos valores ecológicos lo atestiguan. También, sus fantásticos valores arqueológicos, con una gigantesca porción sin excavar, sin estudiar a fondo y sin poner en valor su enorme potencial. Asimismo, sus muy diseminados y pequeños núcleos de población, con bella arquitectura adaptada a estas altitudes. El impacto de su muy escasa industria es fácilmente restaurable. Posee enormes atractivos geológicos y los más bellos lagos y lagunas de origen glaciar, que coronan los más hermosos valles imaginables de este origen. Posee más elementos de valor evaluados que muchos de los parques naturales actuales ya reconocidos. La Cabrera todavía no está declarada parque natural —que hoy sería su salvación económica— por la inacción de sus representantes locales y por la desidia y dejadez de las autoridades, pero sí lo es. Y ahora el Miteco del PSOE, con la barbarie de su Plan Eólico, pretende arrasar todo este patrimonio con absoluta irresponsabilidad.
La indignidad y el peligro: Siguen preguntas de sombría respuesta:
¿Se puede comprender que sean capaces de planificar inmensos parques eólicos y terribles líneas de torres eléctricas por las cumbres puras de la Cabrera, Ancares y otras sierras inmaculadas?
¿Van a seguir impasibles diputados y senadores ante este crimen sobre su país y su pueblo?
¿Continuarán de espaldas los grandes sindicatos, marionetas de los partidos en el poder, ocupados sólo en el colaboracionismo y en sus prebendas?
¿Seguirán mudas las grandes asociaciones ecologistas, lacayas del poder, con la indecencia de los sobornados?
¿Van a permitir callados los alcaldes en sus ayuntamientos este crimen eólico y solar que condenará para siempre el porvenir de su gente?
¿Dejarán los pedáneos la destrucción del futuro de sus pueblos, llevándolos a la despoblación total, a cambio de las vergonzosas limosnas que sean?
La respuesta a todas estas cuestiones, a día de hoy, parece ¡sí! La situación es aterradora y el pueblo se encuentra solo, traicionado y engañado por sus alcaldes y por los partidos que ha votado y ostentan el poder.
Solo cabe la reacción popular y sus organizaciones de base, la rebeldía inteligente ante este abuso de escándalo. Y está tardando una reacción clara en contra de la catástrofe de este Plan Renovable por parte de intelectuales, científicos, asociaciones de ingenieros, colegios profesionales, cámaras de comercio y, en definitiva, de toda la sociedad civil. Es de estricta responsabilidad ante las barbaridades de este tiempo.
La Esperanza: Es imposible aceptar que esta generación esté tan narcotizada y presa que permita estas bárbaras decisiones, que pretenden aniquilar lo más sagrado de nuestro Patrimonio Natural, cuya biodiversidad supera los índices de todos los países europeos y causa admiración. Es imposible aceptar que se permita tal asalto a las gentes del rural, que se pretenda usurpar sus tierras, sus entornos propios y sus posibilidades de futuro a cambio de nada. Es imposible asumir la hipocresía de su ‘Reto Demográfico’, que va a aniquilar sin piedad las debilitadas sociedades del rural y que las llevará a desaparecer, a lo que sentencian a estas maravillosas y puras sierras leonesas. Solo queda la esperanza del despertar popular, de la justa autodefensa. También, la esperanza en la reflexión sensata de la clase política honrada y comprometida- que alguno habrá- en el Poder, con la anulación consiguiente de semejantes planes de catástrofe, de semejante crimen. Aquí solo cabe, en un todos a una, el «No eólicos. Salvemos la Cabrera».