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Publicado por
León

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L delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, se le amodorra a veces la sensibilidad política al hacer declaraciones desde la oficialidad de su cargo, y ayer, más que amodorrada, su sensibilidad política más bien parecía coagulada, sin la menor fluidez, a no ser para expresar de un modo visceral su apelmazamiento. El ministro Acebes acababa de anunciar que el juez Garzón había recibido el visto bueno -la «opinión jurídica» favorable- del fiscal general del Estado para actuar contra la Mesa del Parlamento vasco, que se ha negado a «suspender» al grupo parlamentario de la coalición abertzale Batasuna, incumpliendo una resolución del juez. Según el fiscal general, corresponde al juez «llevar a cabo y arbitrar las medidas que correspondan para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado». En el Parlamento de Vitoria se desarrolló ayer una sesión muy tensa, pero esa tensión y el duro enfrentamiento dialéctico entre nacionalistas y no nacionalista, ante las manos libres de Baltasar Garzón para actuar contra la Mesa, es normal en las cámaras legislativas, pues fueron ideadas, entre otras razones, para absorber y liberar en sus rifirrafes y debates las tensiones y los enfrentamientos de la calle. Lo que, sin embargo, resulta más difícil de absorber y liberar es la declaración del delegado del Gobierno, el citado Villar, depositando su esperanza en que tanto el presidente del parlamento vasco, Atutxa, como el lehendakari Ibarretxe sean procesados. Como atenuante de Villar podría aducirse que su esperanza brotaba de su celo por el cumplimiento de la ley y de lo que los jueces resuelvan. Y ahí, en el principio de que las leyes deben ser cumplidas, se apoyaron ayer dos ministros, el de Interior y el portavoz, Rajoy, para sortear mediante esa obviedad indeclinable la pregunta de si el Gobierno apoyaba a su delegado en el País Vasco. Cuando un país sufre un problema terrorista como el que se deriva de las actuaciones de ETA y en torno a ese problema y a unas glosas históricas falseadas desarrolla el nacionalismo vasco una estrategia de orientación controvertida y de final por ahora indescifrable, excepto en lo que se presume de negativo y dramático, una figura como la de Enrique Villar a pie de obra resulta desaconsejable y el deterioro que su cese pudiera hacer al partido en el que milita siempre sería mucho menor que el daño que unas declaraciones en cierto modo provocadoras e incendiarias causan a la situación política de Euskadi, que no necesita agravamiento, y menos de una autoridad gubernativa.