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León

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LEÓN no levanta el vuelo. De hecho nunca le pusieron alas, aunque lo pregonaron a los cuatro vientos. Todo indica que estamos ante una tomadura de pelo colectiva, ejerciendo como esquiladores José María Aznar, presidente del Gobierno, y el PP, tanto nacional como regional y provincial. En plena campaña electoral de 2000, Aznar activó la esperanza de los leoneses anunciando que aquí se ubicaría la escuela europea de pilotos de combate del avión Eurofighter. Fue como una explosión jubilosa. Yo mismo escribí en vuelo rasante felicitándome por la buena nueva. Pero ha pasado el tiempo y éste no ha sido capaz de curar aquello que la razón no puede. Al contrario: ha generado más dudas. De nuevo se ha instalado en la sociedad la sombra oblicua, como de ciprés sacramental, de Biomédica. Jose María Aznar ha ratificado por segunda vez en León, con motivo de la clausura del congreso regional del Partido Popular, que la Escuela se instalaría aquí. Lavó su sequedad cuando inspeccionó las obras de la autovía a Benavente, porque entonces «no tocaba» hablar de la escuela de pilotos. El siguiente acto fue la visita del ministro de Defensa, Federico Trillo, para firmar no se sabe bien qué estudios de viabilidad, y el coro de voceros azules no se ha cansado de garantizar que la promesa será una feliz realidad. Y quien lo dude es un hereje. Sin más. Quizá yo sea un hereje. La revista Avion Revue, en su último número, afirma que el proyecto de León está construyéndose en Morón de la Frontera. Lo de León no pasa de ser una promesa política. Miren ustedes: tengo la mosca detrás de la oreja. Y ojalá que mi escepticismo se rompa en mil pedazos. Con los datos que hoy tengo sobre la mesa, los leoneses estamos obligados a pedir una aclaración inmediata. En los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio no se provisiona ni un euro para la escuela de pilotos de León, mientras que ya se llevan invertidos varios millones en Morón de la Frontera. Los datos, digo, son contundentes. Ante el estado actual de la situación sólo se me ocurren dos posibilidades: una, que el Gobierno diga una cosa y el Ejército del Aire haga otra, lo cual me parece alto improbable; y dos: que la promesa de José María Aznar fue una ocurrencia que le salió en el mitin electoral del polideportivo del Polígono 10. Generó tanta ilusión que luego no ha podido, o no ha querido, dar marcha atrás, envolviéndolo todo en estudios de viabilidad y otras artimañas. Se trata, en una palabra, de alargar el proceso hasta después de las próximas elecciones. Sería el colmo. Si estamos ante un engaño -lo que no deseo, por Dios-, quienes han colaborado en la mascarada deberían dimitir ipso facto. Y si no lo hacen, debemos echarles a gorrazos -perdón, con la fuerza de los votos- los leoneses. Nadie puede cortarle las alas a León y, además, recibir un premio. Más tomaduras de pelo, no.