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Publicado por
Manuel Alcántara
León

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LE solemos llamar desviación del IPC a los descalabros económicos. Los precios, que nunca se están quietos, han subido un 1% en octubre y disparan la inflación interanual al 4% Lo malo es que esos disparos causan bajas en los extensos ejércitos de quienes viven al día y no tienen más que la noche y la mañana. No han acertado en sus previsiones, a pesar de que eran sabias. Se conoce que no basta con saber economía para que ella obedezca. Quizá Aznar pueda decir también que tiene cien consejeros y sabe que uno de ellos lleva razón, pero no sabe quién. Lo cierto es que las cosas cuestan más y la que más cuesta de todas es creerse que el gobierno lo está haciendo muy bien. Eso de que la inflación llegue al 4% es un planchazo histórico porque duplica el objetivo final del año, pero lo más curioso es haber encontrado tan rápidamente a los culpables: son los mismos que visten y calzan. Según los presuntos cerebros que rigen nuestra economía, todo se debe a la subida de los precios del vestido y del calzado. O sea, que si fuéramos como Tarzán no nos habrían afectado en absoluto. No podemos ser felices sin ir a la última moda, que ya se ha quedado más antigua que la penúltima. Si no nos compráramos tantos zapatos andaríamos mejor de dinero. Y si no renovásemos nuestro vestuario con tanta frecuencia se aligerarían nuestras angustias económicas. Se conoce que el medio millón de familias con todos los miembros en el paro se gasta el dinero que no tiene en ofrecer un buen aspecto y descuida su nutrición, pero nunca su vestuario. La verdad del cuento es que la insubordinación de los precios tiene mucho que ver con la falta de autoridad de la política económica del Gobierno. Eso de que «España va bien» se ha quedado muy antiguo en muy poco tiempo. Dura poco la alegría económica en la casa de los pobres.