Diario de León
Publicado por
Manuel Alcántara
León

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La culpa, como «la falsa monea» de la copla, va de mano en mano y ninguno se la queda. Ahí es nada eso de la culpa. El gran Castillo del Pino escribió un libro de difícil y necesaria lectura con ese título. Ahora asistimos a un verdadero bombardeo de responsabilidades. Los unos se las echan a los otros y nadie quiere que le pertenezcan. La búsqueda de los culpables se hace siempre después y hay que lamentar que así como existe la medicina preventiva, no haya aún nada parecido a la delincuencia preventiva. Los políticos argentinos -palabras que encierran una contradicción, ya que son una de las dos cosas, o políticos o argentinos- se acusan mutuamente de que el 20 por ciento de los niños de su país sufran desnutrición. ¿Cómo es posible que en una de las naciones potencialmente más prósperas del mundo ocurra eso?, ¿cuántos ladrones ávidos, cuántos demagogos interesados, cuántos sanguinarios generales han hecho falta para llegar a una situación semejante? Algún día lo analizarán los historiadores bien alimentados. Una de las características de la culpa es su regreso cíclico. Se va, pero no acaba de irse. El caso de Giulio Andreotti lo demuestra. El anciano democristiano, siete veces primer ministro de Italia, es un hipócrita de siete suelas. Ahora se prueba que instigó el asesinato de un periodista incómodo y ha sido condenado a 24 años de cárcel, de los cuales no cumplirá ninguno. El que sí está en prisión, de momento, bajo fianza de tres millones de euros, es el inepto capitán del ruinoso petrolero «Prestige». ¿Tuvo la culpa él o fue del viento? Gran Bretaña dice que el barco sólo iba a cruzar el Estrecho. Los ecologistas acusan al Gobierno de «graves responsabilidades», pero como si nada. El ministro Cañete, que es uno de los tarugos más firmes con los que contamos, dijo que lo de Galicia no fue importante. Rodrigo Rato, por su parte, asegura que el proceso judicial de Gescartera se cerrará «sin trascendencia política». La culpa no existe.

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