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Fernando Yebra, 50 años de cura A Mundo Llamazares «Andarríos» Fernando Yebra, 50 años de cura A Mundo Llamazares «Andarríos»

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León

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Cincuenta años de cura, cumplidos en San Pedro de Trones. Sus feligreses le agradecieron el sábado la superación de los miedos religiosos. Treinta años junto a la montaña maltratada pueden parecer un castigo, un intento de silenciarle, misión imposible porque sigue proclamando la Palabra a tiempo y a destiempo con la ingenuidad de un niño y la contundencia de un profeta. Él se siente agradecido por el detalle y es muy feliz con los suyos. Como un buen estoico ha alcanzado la apatheia y nada tienen que ver sus aspiraciones con su antigua condición de «uno de los mejores alumnos que pisaron las aulas de Roma» (P. Díez Alegría dixit). Se siente ciudadano del mundo, como Marco Aurelio, piensa como séneca que el hombre es sagrado para el hombre, y sabe que la naturaleza común comprende unitariamente a la totalidad de los seres. No se le ocurre buscar explicaciones metafísicas a la explotación y logrado el desapego de las cosas materiales, nada impide el brillo de la serena razón. Caía la tarde bajo la carpa en la que seguían más de mil comensales y resonaban por el Valle las rondas de Toral de Merayo y Solera Berciana. Pensaba yo en San Pablo, 2. a los Romanos; los gentiles tienen la ley escrita en sus corazones y en Epicteto: «Grande ha sido la lucha y divina la obra, el fin es la serenidad». Gracias, Fernando, por estos cincuenta años de estoicocristianismo. José Álvarez de Paz (Ponferrada). Dedicado a la pesca en cuerpo y alma durante toda su vida -incluso en las variadas ocasiones en que trabajabas en un empleo fijo-, has sido protagonista y partícipe de la evolución de este entrenamiento -denominado deporte- durante más de la mitad del siglo veinte y comienzos del veintiuno. Iniciaste tus prácticas en la niñez con la caña de escoba y sedal de bramante terminado en racina de tripa, calzado con alpargatas, pasando por el bambú, el nylon continuo, el carrete de lance ligero, las boyas, las cucharillas, las ninfas, los mosquitos artificiales, las lombrices, las negrillas, las gusarapas, gusarapines y gusanos de canutillo, la mosca de mayo, la ova, y toda clase de instrumentos y peces artificiales, con la excepción de la mosca seca, que sólo empleaste con boya. No hubo procedimiento que no utilizases, incluso modificado con ingenio para que fuera más efectivo, como por ejemplo, pescar cangrejos a caña con una cucharilla a la que enganchabas una redecilla que contenía un trozo de pez. Como consecuencia de varios tropiezos con la salud, cada vez más graves, te sobrevino un infarto, agravado por neumonía que dio contigo en la UVI del hospital de Gijón donde falleciste. Si es cierto que hay ese otro mundo al que no querías llegar, no dudo de que estarás dando lecciones de buen hacer en cuestiones de pesca, y divirtiéndote en los ríos que nunca se agostan, pescando toda clase de peces sin enfermedades y sin cupos, guardados por el Todopoderoso de los intentos de destrucción y control que aquí padecemos, y que tú conoces muy bien. Se te habrán acabado las inclemencias, las cortapisas, las envidias, y te habrás quedado solamente con los amigos verdaderos en el recuerdo, los que aquí también te recordaremos siempre como el más desprendido y altruista de todos los compañeros de pesca. Lo tuyo siempre fue de los demás. Desde este mundo sin ley, un abrazo muy fuerte, Mundo (querido «Andarríos»). Ordoño Llamas Gil (León). Cincuenta años de cura, cumplidos en San Pedro de Trones. Sus feligreses le agradecieron el sábado la superación de los miedos religiosos. Treinta años junto a la montaña maltratada pueden parecer un castigo, un intento de silenciarle, misión imposible porque sigue proclamando la Palabra a tiempo y a destiempo con la ingenuidad de un niño y la contundencia de un profeta. Él se siente agradecido por el detalle y es muy feliz con los suyos. Como un buen estoico ha alcanzado la apatheia y nada tienen que ver sus aspiraciones con su antigua condición de «uno de los mejores alumnos que pisaron las aulas de Roma» (P. Díez Alegría dixit). Se siente ciudadano del mundo, como Marco Aurelio, piensa como séneca que el hombre es sagrado para el hombre, y sabe que la naturaleza común comprende unitariamente a la totalidad de los seres. No se le ocurre buscar explicaciones metafísicas a la explotación y logrado el desapego de las cosas materiales, nada impide el brillo de la serena razón. Caía la tarde bajo la carpa en la que seguían más de mil comensales y resonaban por el Valle las rondas de Toral de Merayo y Solera Berciana. Pensaba yo en San Pablo, 2. a los Romanos; los gentiles tienen la ley escrita en sus corazones y en Epicteto: «Grande ha sido la lucha y divina la obra, el fin es la serenidad». Gracias, Fernando, por estos cincuenta años de estoicocristianismo. José Álvarez de Paz (Ponferrada). Dedicado a la pesca en cuerpo y alma durante toda su vida -incluso en las variadas ocasiones en que trabajabas en un empleo fijo-, has sido protagonista y partícipe de la evolución de este entrenamiento -denominado deporte- durante más de la mitad del siglo veinte y comienzos del veintiuno. Iniciaste tus prácticas en la niñez con la caña de escoba y sedal de bramante terminado en racina de tripa, calzado con alpargatas, pasando por el bambú, el nylon continuo, el carrete de lance ligero, las boyas, las cucharillas, las ninfas, los mosquitos artificiales, las lombrices, las negrillas, las gusarapas, gusarapines y gusanos de canutillo, la mosca de mayo, la ova, y toda clase de instrumentos y peces artificiales, con la excepción de la mosca seca, que sólo empleaste con boya. No hubo procedimiento que no utilizases, incluso modificado con ingenio para que fuera más efectivo, como por ejemplo, pescar cangrejos a caña con una cucharilla a la que enganchabas una redecilla que contenía un trozo de pez. Como consecuencia de varios tropiezos con la salud, cada vez más graves, te sobrevino un infarto, agravado por neumonía que dio contigo en la UVI del hospital de Gijón donde falleciste. Si es cierto que hay ese otro mundo al que no querías llegar, no dudo de que estarás dando lecciones de buen hacer en cuestiones de pesca, y divirtiéndote en los ríos que nunca se agostan, pescando toda clase de peces sin enfermedades y sin cupos, guardados por el Todopoderoso de los intentos de destrucción y control que aquí padecemos, y que tú conoces muy bien. Se te habrán acabado las inclemencias, las cortapisas, las envidias, y te habrás quedado solamente con los amigos verdaderos en el recuerdo, los que aquí también te recordaremos siempre como el más desprendido y altruista de todos los compañeros de pesca. Lo tuyo siempre fue de los demás. Desde este mundo sin ley, un abrazo muy fuerte, Mundo (querido «Andarríos»). Ordoño Llamas Gil (León).

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