León y la Inmaculada
Hace ya cuatrocientos años, el 8 de octubre de 1621, ante el escribano Pedro de Gavilanes, el Ayuntamiento de León, reunido en solemne sesión presidida por el Corregidor y Justicia Mayor, Luis de Corral y Arellano, acordaba jurar y defender que la Santísima Virgen, Nuestra Señora, fue concebida sin pecado original. Felipe IV reinaba en España, y Juan de Llano Valdés era obispo de la diócesis legionense.
Actualmente, el Ayuntamiento de León mantiene vivo aquel acuerdo del siglo XVII. Y lo hace visible cada 8 de diciembre, cuando la corporación municipal, ‘en forma de ciudad’, es decir, acompañada por los cuatro Reyes de Armas, conocidos comúnmente como ‘maceros’, precedida y anunciada por el clarín y el tambor, rinde visita al Monasterio de las MM. Concepcionistas. De este modo cumple las disposiciones establecidas en 1693, en el Resumen de las Políticas Ceremonias con que se gobierna la ciudad de León , por Francisco Cabeza de Vaca Quiñones, Marqués de Fuente Oyuelo, singular personaje leonés, que el 10 de junio de 1663 no dudó en estampar su firma en el documento que le presentaron el Abad y los cofrades de la Imperial del Milagroso Pendón de San Isidoro, donde se recoge que la Madre de Dios fue concebida exenta de toda mácula.
Justiniano Rodríguez examinó dicho documento. Se trata de un pergamino de 62 x 73 centímetros que presenta «evidentes agrietamientos y signos de corta vida», y en la descripción del mismo dejó anotada la siguiente curiosidad: «La primera línea del texto está constituida por grandes letras mayúsculas, pintadas sin gran perfección, en que predomina el color azul. En todo el escrito se hace notar fácilmente que el amanuense poseía mejores condiciones de calígrafo que de ortógrafo».
Este ángulo mariano se culminó a raíz de los trágicos sucesos acaecidos en León el siete de junio de 1810, que tuvieron como escenario principal el Corral de San Guisán
El dogma de la Inmaculada Concepción fue declarado el 8 de diciembre de 1854, en la Basílica de San Pedro de Roma, por Pío IX, mediante la bula Inefabilis Deus , que recoge el unánime sentir de tantas generaciones cristianas y la creencia firme de la Iglesia de que la Madre de Dios fue preservada, desde el primer instante, inmune de toda mancha de pecado original.
La plaza Mayor de León data de la segunda mitad del siglo XVII. Se construyó a raíz del incendio acontecido el 14 de febrero de 1654. Financiada con un arbitrio de 40 maravedíes en cántaro de vino, otorgado, por un período de cuatro años, por Felipe IV, en 1657, sus tracistas fueron el P. Antonio Ambrosio, jesuita, y Francisco del Piñal. En el ángulo sureste, una hornacina acredita la piedad comunitaria de nuestros antepasados.
En este rincón piadoso, cada ocho de diciembre, la Corporación Municipal, con su Corregidor a la cabeza, rinde también un público homenaje a la Virgen Inmaculada. El actual protocolo data de 1981, hace ahora cuatro décadas. De entonces datan las rejas que le preservan. El punto culminante del acto es el canto de la Salve, iniciativa de Carmelo Hernández Moros, Lamparilla, en 1927, año en que fue restaurado este rincón, dado su lamentable estado. Francisco Roa de la Vega era alcalde de León.
Este ángulo mariano se culminó a raíz de los trágicos sucesos acaecidos en León el siete de junio de 1810, que tuvieron como escenario principal el Corral de San Guisán, lugar sito en el barrio de Santa Marina que trae siempre a nuestra memoria el trágico incidente del coracero francés.
En dicha fecha los leoneses se enfrentaron a las tropas napoleónicas en diversos puntos de la ciudad. Aquí, en esta plaza, nuestros antecesores, muy inferiores en número, fueron acorralados. Un grupo numeroso de ellos tomó el camino de esta escalerilla. Y un coracero francés, alistado, según parece, en el Destacamento del 8º de Dragones, en su afán por perseguirlos se desplomó con su caballería por este pasadizo. Tanto jinete como equino perdieron la vida en este túnel escalonado que hoy conduce a la calle de Puerta Sol. Se instaló entonces la talla de la Virgen y un artístico farolillo con el fin de perpetuar de modo permanente la salvación, gracias a la intersección de la Reina de los Cielos, y de acuerdo con la creencia popular, de aquel grupo de leoneses que, habiéndose levantado en armas contra el invasor, se libró de la acometida gala merced a esta escalinata.
El Corregimiento legionense asistió por primera vez al cenobio concepcionista en 1656. Por acuerdo municipal de 24 de octubre del año siguiente, esta iniciativa quedó oficializada, recogiéndose en el texto pertinente «que todos los años se haga fiesta el día de Nuestra Señora de la Concepción en el citado convento».
El pasado año, las limitaciones derivadas del covid-19 impusieron sus reglas. La corporación municipal no pudo asistir al cenobio concepcionista. Lo que no fue óbice para que el alcalde de León, José Antonio Diez Díaz, acompañado por quien firma estas líneas, rindiera visita protocolaria a las MM. Concepcionistas, haciéndoles entrega del tradicional donativo anual.