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Publicado por
Ramón María Aller
León

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LA crisis no constituye un impedimento insalvable para que el consumo pueda aumentar de cuando en cuando. Ante la proximidad de las fiestas navideñas, los grandes almacenes y las tiendas de todos los tamaños preparan sus ofertas e intentan atraer la atención de los consumidores para captar, a continuación, también su dinero. Las perspectivas, sin embargo, son inciertas: no es previsible adivinar cuál va a ser el comportamiento del consumidor en una situación económica recesiva, aunque muchos se inclinan a favor de la hipótesis de que, a la vista de la inutilidad del ahorro, el consumo aumentará. El dinero no aparece por generación espontánea en los bolsillos de los ciudadanos. El dinero que se destina al consumo, como todo el dinero de los particulares, únicamente puede tener tres fuentes: el ingreso corriente -más o menos, la nómina más la extraordinaria-, el ahorro o también el crédito, porque ya no sólo se compran los automóviles a plazos, sino los electrodomésticos y hasta los juguetes, sin descartar los productos alimenticios. La mayor parte de los consumidores se quedarán sin su sueldo a mediados de enero y a partir de ese momento se verán obligados a echar mano de sus reservas para sobrevivir o del crédito para seguir en la brecha y adquirir los más diversos productos en las rebajas de enero. Y así se mantendrá la economía hasta la salida de la crisis... Y hasta que suban los tipos de interés.