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León

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Se cargan las tintas sobre la Junta y sobre Patrimonio, pero son más los que deben aguantar su vela. Ni la empresa, ni el Ayuntamiento de León, hicieron los deberes en el caso de la casona de don Gutierre que se ha quedado, con su esqueleto al aire, aguantando todo tipo de temporales. No se entiende muy bien cómo, jugando en el mismo equipo, Cecilio Vallejo le hizo un dribling tan traidor a Luis Aznar. Y es que la Comisión de Patrimonio sigue esperando el proyecto técnico sobre la obra de rehabilitación solicitado por ese organismo. Y sin proyecto, nadie puede decidir. Muy hábil Vallejo tirando balones fuera. Muy malas son las verdades a medias. GARZÓN acaba de dar otro golpe al entramado de ETA. Es un golpe ambicioso: imputa a toda la dirección de Batasuna, al entender que forman parte de la banda terrorista. Y no queda nadie, ni dirigentes históricos ni actuales, fuera de la imputación. Sólo los muertos, los ya procesados y los ya condenados se libran de ser llamados a declarar. Naturalmente, los casos más llamativos son los de Otegi, Ternera y demás parlamentarios de Batasuna en el País Vasco y Navarra. Pero son aforados. Y ese privilegio deja su pelota en el tejado del Supremo, el único que puede actuar contra ellos. ¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? Puede suceder que los imputados decidan no presentarse a declarar, de acuerdo con la práctica de Ternera. En ese caso, no se repetirían los errores del magistrado Soriano, y asistiremos al gran espectáculo de la detención y traslado a la fuerza de 22 personas. No lo descartéis: es el ceremonial de propaganda que esta gente necesita para decir a sus fieles cuánto desprecian la Justicia española y cuán mártires son de una persecución injusta por parte del fascismo español. Es su lenguaje habitual. En todo caso, Garzón apretó la clavija que faltaba por apretar. No tenía mucho sentido lo visto hasta ahora: se había decretado la suspensión de actividades de Batasuna, pero parecía ilógico que, siendo tan graves sus actuaciones, no hubiera ninguna persona responsable. Absolutamente ninguna. Se castigaba a una organización política, cuando se sabe que las organizaciones no cometen delitos. Ahora, Baltasar Garzón concreta, con nombres y apellidos, la presunta responsabilidad de cada uno de ellos. En teoría, debiera ser el golpe definitivo. Ahora sí que podemos hablar de «fin de la impunidad». Sólo se puede expresar un deseo: que el magistrado tenga bien documentadas las pruebas. Si no las tiene, este será un caso que demostrará lo próximos que están lo sublime y lo ridículo.

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