Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Rumbo errático

Publicado por
José Antonio Balboa
León

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Cuando uno analiza el rumbo seguido por el Prestige, el petrolero cargado con 70.000 toneladas letales de fuel oil, por las costas gallegas desde su trágico accidente en la Costa de la Muerte, el pasado miércoles, día 13, hasta su definitivo hundimiento el martes, día 19, en el Atlántico, a 130 millas de las islas Cíes, no sabe que criticar más: si la errática derrota del buque a lo largo de una semana, o la conducta errática de las autoridades, que aunque informaron puntualmente del desastre, han sido incapaces de tomar una decisión coherente respecto a qué hacer con el buque. El desastre para la fauna marina, y para la gente del mar que vivía del marisqueo y de la pesca es un drama de una magnitud sin precedentes. La derrota del buque fue una auténtica aberración, incluso para personas tan poco entendidas en la materia como yo; veamos. El accidente se produce el miércoles muy cerca del cabo Finesterre; el petrolero se pasea luego hacia el norte hasta el cabo Touriñán esparciendo tres mil toneladas de fuel oil, que contaminan toda la Costa de la Muerte, llegando algunas manchas hasta las cercanías de La Coruña. El jueves, día 15, varios remolcadores lo conducen mar adentro, para posteriormente en días sucesivos, con nuevas vías de agua en su casco, pasearse por el frente de las Rías Bajas hasta su definiva ruptura y hundimiento. En su deriva fue dejando una larga estela de combustible, que las corrientes y el viento llevaron y seguirán llevando hacia la costa, afectada con más o menos intensidad en unos trescientos kilómetros. Mientras el buque seguía esa errática singladura, ¿qué medidas tomaban las autoridades? o mejor ¿qué autoridades tomaban esas medidas?. Dejando a parte los intereses de armadores y remolcadores, que son los causantes de gran parte del daño, uno piensa en la colisión entre distintas administraciones como un factor importante en el retraso de la toma de decisiones, si es que hubo realmente alguna decisión razonable. Soy lego, como la mayoría de los que opinan estos días; pero se me ocurre pensar que faltó una dirección coherente, que con mano dura tomara una decisión por drástica que fuera. Por ejemplo, quemar el barco o si éste estaba cerca de la costa, a la que ha contaminado, parece más lógico llevarlo a un lugar más o menos abrigado de dicha costa para extraer el combustible, sin importar la contaminación de la misma. Es mejor que se destruya la vida marina en unas decenas de kilómetros a que se contaminen todas las rías gallegas, perjudicando a miles de personas. Desde 1970 hasta hoy la costa gallega ha sufrido cinco grandes desastres por contaminación, entre ellos los del Urquiola y Mar Egeo. Ninguno tuvo la amplitud del Prestige, aunque su daño fue terrible en las rías de Coruña y Ferrol; sus consecuencias aún se están pagando, pero probablemente fueron menores de las que va a producir esta marea negra del Prestige. En todo caso, esos accidentes indican que la travesía gallega presenta un peligro evidente. Hay barcos que son verdaderas bombas de relojería y a los que los organismos internacionales tienen que controlar e impedir su navegación si no reunen las garantías suficientes; pero aún así, se producirán naufragios. Eso es inevitable. Lo que uno se pregunta es qué medias de prevención se han tomado desde aquellos accidentes, qué infraestructura tiene España en la zona más amenazada, como barreras flotantes, barcos anticontaminación, etcétera. Por lo que se ve, nada; cuando ocurre un desastre hay que pedir ayuda internacional, a Francia, Holanda o Inglaterra. He ahí otra situación errática, la de una política que solo se preocupa de paliar las consecuencias humanas, mediante una limosna a los pobres pescadores; pero que se olvida en invertir en infraestructura preventiva. El gobierno central, la Xunta de Galicia, el Instituto Español de Oceoanografía, las universidades y el CSIC deberán trabajar al unísono para buscar posibles alternativas ante estos reiterados desastres.

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