Sancho Panza de Igüeña

LEÓN vendido a los industriales del viento. Esperanza, falsa, de que este negocio empresarial nos saque del paro y la incuria social. 81 proyectos en trámite de ejecución plagarán de cientos de aerogeneradores y kilómetros de pistas y cables las crestas del Camino de Santiago, Bierzo, Cabrera y Montaña Cantábrica. Pupilas avariciosas, de sangre inyectada en euros, adornan la mirada de juntas vecinales cuyo único objetivo es hacerse ricas. Los muy cuitadiños, economistas ellos, no se enteran de que el millón de pelas de tasa anual abonada por molino sólo supone a los magnificentes promotores menos del uno por ciento de su factura kilowatera. El negocio, de inversión financiada en al menos la mitad del capital por la Unión Europea, y de venta hiperprimada de esta energía frente a la convencional -térmica e hidroeléctrica-, rinde beneficios altísimos, sin apenas mano de obra.Tras la revolución del carbón y la pantanera, llega la energética renovable y esplendor sin cuento. Hete aquí que un alcalde, campechano, peleón, declara que en el municipio que administra, en las sierras de Gistredo, La Rebeza y Campo del Moro, va a ordenar el territorio para que haya sólo un parque eólico y, a la vez, naturaleza, paisaje y urogallos en los últimos abedules del alto Boeza. Y que, además, si la Junta se pone brava a favor de las empresas que han pedido copar el cordel entre su pueblo, Salientes y Fasgar, sale trasmutado en Don Quijote de la Mancha a ensartar con lanza las aspas gigantes que amenazan despóticamente el alma de su terruño. A la vista de esta gallardía, revolucionaria y rojera, el domesticador delegado territorial, en vertiginosa descalificación hacia tal munícipe pelanas, lo tilda de poco patriota y opuesto al progreso. Faltaría más. Ética de Laudino García, minero corpulento, de botillo y tintorro en su mesa, y coche dispuesto a llevar a la paisana al médico. Va mejor a su anatomía ser Sancho Panza de Igüeña, pobre, noble y ayudador de los vecinos.