Diario de León
Publicado por
Camino Gallego
León

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Hace justo una semana que en la sala 1 del Auditorio se inauguraba la primera exposición de fotografía que se cuelga en tan magno edificio desde que abriera sus puertas. Y se hace con la obra de un fotógrafo leonés Carlos López Fernández, que ha plasmado en 35 placas la belleza de un entorno legendario. Es Excalibur, la mítica espada del no menos mítico rey Arturo, pero ha cambiado el escenario y son paisajes y monumentos leoneses los que sustentan el acero. Conociendo a Carlos no era difícil imaginar la cuidadosa composición de sus obras, ni los incomparables marcos de sus encuadres. Las piedras venerables, no sólo pulidas en los monumentos, sino también salvajes en la expresión natural de bellos paisajes, son testigos de su quehacer, pero no son testigos mudos, en estos casos nos hablan, más bien nos gritan y nos recuerdan su paciencia de alquimista a lo largo de más de tres décadas dedicadas a una pasión: la fotografía. Eran otros tiempos. Carlos compartía su gran afición a las cámaras fotográficas con su gran pasión por la espeleología. Y en aquella época, con tan pocos medios, había que tener una habilidad especial para fotografiar las cuevas de nuestra provincia, simas y cursos de agua hasta entonces inéditos. Por eso, ahora, su Excalibur recorre Valdeteja, Vegacervera o el Curueño, cada uno con sus hoces mudas y agresivas, también Ciñera con sus paisajes, y en lo que se refiere a monumentos, no ha querido alejarse de la capital, buscando lo más representativo en pocos kilómetros: San Miguel de Escalada o el monasterio de Sandoval, sin olvidar su querencia natal por Mansilla de las Mulas, con sus murallas y postigos. Carlos sabe sacar los mejores matices a base de blancos, negros y grises, sintiéndose en su salsa lo mismo en el laboratorio con la luz roja, que en las cuevas con la del carburo. Pero su obra goza de una luz propia, personal, que no todos saben captar.

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