EN BLANCO
Cuando toque
Adelantar la designación de sucesor de José María Aznar para la candidatura a la presidencia del Gobierno llenaría de regocijo a la oposición y puede que a más de a un medio informativo, pero desde el punto de vista de los intereses del Partido Popular es preciso darle la razón a Javier Arenas: anticipar el nombre del sucesor constituiría un error estratégico. De momento, los adversarios políticos del PP se ven obligados a repartir las críticas entre todos los que se consideran posibles delfines, pero a partir del momento en que se conozca el nombre definitivo todos los ataques se concentrarán sobre el candidato. Cuanto menos tiempo para el desgaste, mejor. En principio, el estímulo del premio obliga a los aspirantes a un comportamiento extremadamente ejemplar que tiene como consecuencia no sólo una mejor imagen del partido gobernante, sino también claros beneficios para todos los gobernados. Además, una vez hecha pública la decisión se cerraría definitivamente la puerta a la posibilidad de que el presidente Aznar repitiese, aunque después de un forcejeo más o menos auténtico o más menos para la galería. En año y medio, sin embargo, y con las autonómicas y municipales por medio, puede pasar de todo: incluso puede perder atractivo la hipótesis de convertirse en candidato, porque, normalmente, las segundas partes no suelen ser tan buenas como las primeras. Y si no, que se lo pregunten a Landelino Lavilla, todo un ejemplo del impacto electoral de un líder improvisado.