EL RINCÓN
La otra marea
La violencia doméstica se produce porque hay muchos españoles sin domesticar. Creen que su mujer es suya o de la tumba fría, o de las dos cosas. Nada conduce más directamente al asesinato que el sentido de la propiedad. En nuestra aciaga guerra civil --que ya no es nuestra, sino de otros- se decía que había más gente dispuesta a dar un hijo por la patria que un cortijo. Ahora estamos viviendo una plusmarca de cólera hogareña. Los maridos españoles, a los que Luis Cernuda acusó de depositar su honor en la ingle de sus mujeres, están matándolas más que nunca. Creo que llevan como setenta en lo que va de año. No me hagan mucho caso en las cifras. Aumentarán mientras escribo este artículo. Lo que sí hay que preguntarse es el por qué, que nunca es porque sí. Existe un indudable envilecimiento de la vida española. Una marea como la generada por el maldito «Prestige» llena de oscuro fango amplias capas sociales. La España del llamado «Cojo Manteca», que en paz descanse, y la de «La Veneno», «El Dioni» y el padre Apeles -al que por cierto no me importaría gran cosa que beatificaran con urgencia- ha dejado su huella en los litorales del alma colectiva. Son demasiados vertidos y tenían que llegarnos a todos. Aumenta la cantidad de cotillas bien remunerados que vive de emporcar las vidas más puercas de sus contemporáneos. Un «asqueroso tinglado», que dice mi amigo Alfonso Ussía, al que hace posible la necedad inducida del público. Un escritor francés se preguntó cuántos imbéciles hacen falta para formar eso que llamamos «el gran público». A veces, no son necesarios muchos. Basta con situarlos estratégicamente en los corner y ni siquiera es preciso que juegue Figo. El caso es darle salida al vertido de sus íntimas bodegas para que tengan una excusa para soltar su fuel y contaminarnos a todos. O estoy muy equivocado, cosa que no me extrañaría en absoluto, o en España han crecido los pantanos que embalsan la cólera nacional. No hay motivos para que las cosas sean así. Pocas épocas tan propicias como ésta para mejorar nuestra conducta histórica.