TRIBUNA
¿Dónde está Babia?
Encontrar hoy Babia sigue siendo una tarea ardua y no sólo porque la mayoría de los que usamos el castellano pretendemos ubicarla en algún lugar entre las nubes o más allá del arco iris. Las dificultades para localizar Babia son mucho más agudas, pues esa legandaria comarca ha desaparecido de los mapas, de los documentos de trabajo, de las planificaciones públicas, de las señalizaciones de las carreteras, de los discursos oficiales e, incluso, del nomenclátor de municipios. Es más, como tristemente se ha comprobado, la fuerza evanescente del territorio babiano ha sido siempre tan intensa que también se ha querido emplear para hacer desaparecer personas. Parece que pesa alguna antigua maldición sobre estos valles, que les condena al olvido. Un olvido desde el exterior, pero también, y lo que es más grave, desde el interior. Babia como comarca ya no existe; pues ya nadie emplea ni el nombre ni su territorio para algo que no sea la evocación histórica o literaria, o como escenario de polémicas ajenas absolutamente estériles o perjudiciales para el desarrollo de la comarca, como la provocada por los caballos del alcalde de Oviedo. Pocas veces ha habido un repudio tan intenso al empleo del nombre de un territorio que tan claramente ha estado definido a lo largo de los siglos. Resulta llamativo que exista tan poco apego al nombre de Babia y que éste se esté eliminando de todas las denominaciones oficiales. Uno sale de Laciana con un cartel que lo despide amablemente para adentrarse en el territorio de lo ignoto. Los viajeros que llegan de Somiedo a Babia no sólo no saben en qué valle entran, sino que ignoran que la rapacidad asturiana ha ido comiendo metros y metros a la jurisdicción leonesa. Si uno viene remontando el río Luna, tendrá que saber lo que significó la ermita de Pruneda para intuir que ha entrado en Babia, pues no hay un triste cartel que le advierta. Tampoco los dos municipios que conforman Babia llevan ya su nombre, a pesar que durante varios siglos fueron conocidos por Babia de Suso y Babia de Yuso. Su sustitución por el nombre de dos de los más de 28 pueblos que componen dicha comarca supuso el inicio de la mitificación del nombre de Babia, de su desconexión con la realidad. Sin tener un nombre que unifique los dos municipios, la desvertebración de la comarca ha sido progresiva, un municipio basculando hacia Laciana y el otro, aislado, en la cabecera del pantano de Barrios de Luna. Tal desmembramiento sólo ha necesitado de la ayuda de unas políticas sectarias para que no sólo unos babianos estén de espaldas a otros, sino que exista un claro enfrentamiento. Una de sus manifestaciones más cruentas es la ubicación del centro de salud. Obsérvese cómo Babia también ha desaparecido de los mapas sanitarios, pues la única zona de salud de España sin su correspondiente centro de asistencia es precisamente el hueco babiano. Es indignante que se esté gastando el poco dinero que hay en las arcas municipales en pleitos fomentados por unos responsables -perdón, irresponsables- políticos que no atienden a razones geográficas o simplemente de integración territorial, sino sólo a un clientelismo pacato. Y mientras tanto, la atención sanitaria de una comarca con graves dificultades de comunicación y enormemente envejecida, pendiente de algún oráculo electoral agazapado en las covachuelas administrativas. Otra batalla que se avecina, instigada por los planificadores públicos, es la del nombre del espacio natural protegido en el que va a estar enclavado el territorio babiano. Pues bien, desde planteamientos absolutamente equivocados, dicho espacio natural se denominó inicialmente Valle de San Emiliano. Sin embargo, en el excesivamente lento proceso de elaboración de los planes que regirán dicho espacio, los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente, con buen criterio, habían ajustado su nombre a la realidad, denominándolo Parque Natural de los Valles de Babia y Luna. A pesar de ello, recientemente, la fuerza ascensional de la palabra Babia la ha devuelto a la troposfera, pues la Administración autonómica vuelve a apostar por el nombre de Valle de San Emiliano, que alude a un valle que no existe y a sólo uno de los 36 pueblos que habrá en el parque natural. Esperemos que el buen juicio y la defensa de los intereses de todos los ciudadanos permitan que la denominación y la regulación del Parque Natural vuelvan a dotar de unidad, no sólo nominal sino también funcional, a estos valles del norte de León. Las afirmaciones que anteceden no deben ser vistas como una apelación a la historia, una nostalgia por las pasadas glorias. Todo lo contrario. Si Babia tiene futuro es en el reencuentro con su propio nombre, probablemente su principal activo. Un experto en márketing podría cuantificar el valor de la marca de Babia en los distintos mercados, según la penetración que alcanza hoy la expresión «estar en Babia». La cifra marearía en euros y en pesetas. No se puede dilapidar este capital en un momento en el que el desarrollo de la comarca pasa, sin duda alguna, por poner en valor sus recursos naturales y el turismo. Actividades estas que necesitan de un esfuerzo integrador de todos los babianos, quienes, a su vez, deben exigir la misma coherencia de sus representantes, democráticamente elegidos, pues hace ya muchos años que no están gobernados desde la Corte por los Condes de Luna o los Quiñones; a pesar de que los actuales propietarios de alguno de sus palacios lo mantienen indebidamente cerrado, quizás para no acercarse a oír las demandas de los que quieren que Babia deje de estar en Babia.