EL BALCÓN DEL PUEBLO
Alarma general
Han sonado todas las sirenas de los barcos gallegos. Es un alarido como de «apocalipsis». Desde la Costa da Morte sus ecos han retumbado en las Rías Baixas, la mejor reserva marisquera del mundo, ya grita en Francia y asusta en Portugal. Cada día se agiganta la tragedia, a la que hace tan sólo dos semanas el Gobierno no daba importancia denunciado a la oposición de alarmismo injustificado. Una tragedia que crece con la misma sincronización que las mareas, y con la misma desvergüenza que el Ejecutivo persiste en sus acusaciones de carroñerismo a la oposición, de ningunear las consecuencias y de no ser capaz de controlar la situación. No hay sordina mediática capaz de amortiguar la tragedia. Una tragedia que ya ha llamado al picaporte de O Grove y la isla de A Toxa. Todo el litoral gallego está bajo la negra sombra de la marea de fuel. Ha embetunado a la isla de Sálvora, gran reserva de percebes, y amenaza con vomitar su asco en las otras dos Rías Baixas: las de Pontevedra y Vigo. He visto las imágenes que ha ofrecido la tele y se me encoge el corazón. Yo estudié el bachillerato en Cambados, disfruté de las aguas y arenas limpísimas de todas las playas mínimas, desde Vilanova a Castrelo, y no entiendo que el fuel esté ya en Ons, en Bueu o en las islas Cíes. Y me cuesta mucho más admitir que un ministro manifieste que ese ejército de amor y de solidaridad que forman y conforman los voluntarios está creando problemas en las labores de limpieza. Anteayer cantaban los mineros a su «santa dinamitera», y los esforzados del mar eran como mineros leoneses de las galerías. La solidaridad en el mar o en la mina sólo la comprenden en toda su dimensión quienes la viven. Y Fraga, «su majestad don Manuel I de Galicia», mantiene impertérrito el ademán. Como en los mejores tiempos, aunque los actuales ya perturban. En Madrid, donde acudió a presentar un libro de monjes, declaró que «no hay mal que por bien no venga»: el drama del «Prestige» ayudará a cambiar la legislación internacional y reforzar la seguridad marítima. Fraga está mayor. El día antes se encomendó a la ayuda de Dios. Como si Dios contara con planeadoras como los narcos o sus soplos de viento pudieran invertir la irritación de las mareas. Lo que Fraga debió hacer, además de estar en primera línea durante la tragedia, es prevenir. Ya estaba avisado desde hace diez años, con el accidente del buque «Mar Egeo». Entonces, con fecha 7 de enero de 1993, un leonés le ofreció ayuda con un proyecto «para solucionar el problema de la limpieza del crudo vertido en el mar y las playas afectadas». Es un leonés, Nino García, que está a medio camino entre la genialidad y la utopía. Yo creo que tiene mucho más de genio que de visionario. Ni siquiera le contestaron. Es lo que jode.