Una marea patriótica
ME reconozco un sentimental. El jueves, en el telediario de mediodía, me emocionaron las declaraciones de unos jóvenes vascos, que este fin de semana, bien equipados por el Ayuntamiento de Vitoria, van a acudir en ayuda de nuestros compatriotas gallegos, para limpiar playas y acantilados del espeso manto de fuel que arrasa la vida de moluscos, aves y peces de las mágicas rías de Galicia. Todos manifestaban sentirse solidarios con los gallegos, y algunos añadían que ahora, en esta desgracia, toca a los vascos corresponder a las muestras de solidaridad de tantos españoles que, después de cada atentado de ETA, se lanzan a la calle apoyándoles ante la extorsión, el chantaje y la muerte que sufren a manos de los terroristas. Pues esos españoles, decían, saben discriminar perfectamente: los vascos no son ETA, y la mayoría no quieren nada con una organización terrorista que, como el fuel, aniquila la vida de hombres, mujeres y niños en aquella hermosa tierra de España. El hundimiento del «Prestige» y la marea negra que su destructiva carga ha provocado está levantando olas de indignación y polémica, ennegreciendo aún más el panorama. Sin duda ha habido fallos técnicos y políticos graves, descoordinación entre las administraciones y una falta de medios casi suicida. Como quieren los socialistas, deben exigirse y depurarse las responsabilidades; pero tiene razón el vicepresidente del gobierno, Mariano Rajoy, al acusar a José Luis Rodríguez Zapatero y al PSOE de poco patriotas, pues buscan ante todo una rentabilidad política al desastre. Los huevos e insultos a Zapatero en la manifestación del domingo en Santiago son la respuesta gallega a esa postura. Lo primero no son las responsabilidades, sino la colaboración de todos los partidos políticos para minimizar los males de la marea negra. Cuando ésta haya desaparecido, cuando las rías estén sin peligro y las playas y acantilados limpios, vendrá la hora de las responsabilidades. Antes es demagógico e insolidario. Creo que esto lo ha entendido muy bien la juventud española. Frente a la marea negra, frente a las discrepancias de los políticos, una marea humana de solidaridad recorre España de norte a sur y de este a oeste. Hemos visto estos días cómo se anuda esa solidaridad entre españoles. Primero entre los marineros gallegos que, con rabia, casi sin medios, han movilizado, desde sus cofradías, a todos sus afiliados: como un solo hombre se han lanzado a proteger las entradas de las rías y las bocanas de los puertos. ¡Habría que hacerles un monumento a esos marineros gallegos esforzados y sufridos, que han dado un ejemplo admirable de unión y comunión!. Después entre sus mujeres, mariscadoras o no, y convecinos, que sin desmayo limpian una y otra vez las playas contaminadas. Por último, esa riada de españoles, universitarios y trabajadores, que sin pensárselo dos veces, se han movilizado y se movilizarán este puente y los próximos fines de semana para ayudar en lo posible a sus compatriotas. Por encima de las disputas de los políticos, despreciando a tanto intelectual a la violeta, que como viejos escolásticos discuten hasta la exasperación sobre el sexo de los ángeles; es decir, sobre si el amor a la patria es una idea trasnochada, el patriotismo constitucional, el nacionalismo centralista o periférico y otras zarandajas; los jóvenes españoles nos enseñan en la práctica qué es ser patriota, y cómo debe entenderse la solidaridad interegional entre las comunidades de España. Son necesarias, a veces, desgracias como ésta del «Prestige», para que se haga la luz en las obtusas mentes de los políticos. No todo está perdido aún en esta España nuestra; estas actitudes de solidaridad de los jóvenes nos reconfortan y nos recuerdan que quien siembra vientos recoge tempestades; pero quien siembra patria, algo que debe hacer la familia, la escuela, la iglesia y los políticos, recoge unidad y solidaridad. Y a veces, por lo que se ve, ésta es muy necesaria