El Imperio se constipa
SI en los Estados Unidos se habla de «debilidad económica» es porque no tienen una idea muy clara de cómo va la economía en el llamado Tercer Mundo, ni siquiera en el Segundo, que es donde habitamos todos los demás. Allí se ha disparado el paro, es cierto, pero sólo ha hecho puntería en el seis por ciento de la población activa, y la caída de Walt Street no ha sido ningún batacazo gordo. Para corregirla, han cortado algunas cabezas de los responsables económicos, entre ellas la de Paul O"Neill, secretario del Tesoro, y la de varios asesores económicos de la Casa Blanca, que tiene algunos repetidos. A todos los presidentes norteamericanos les ocurre lo mismo que a Nixon: tienen cien asesores y saben que uno de ellos lleva razón, pero ignoran cuál. Los consejeros suelen dar sabios consejos cuya única pega es que se contraponen unos a otros. La economía no es una ciencia exacta, pero todo el mundo se conformaría con que al menos fuese una ciencia. Nadie se explica sus avatares hasta después de que hayan sucedido y está llena de previsores del pasado. Ahora, lo que ellos llaman «debilidad», sin duda porque carecen de términos de comparación, ya que no se han dado una vuelta por África o por los países de la América de abajo, tiene unos claros responsables: los escándalos de las grandes empresas. La naturaleza humana es la misma en cualquier latitud: la única diferencia es que allí se roba en dólares. Los recortes fiscales de Bush, obsesionado con buscar excusas para bombardear Irak, hasta el punto de que ha pedido a la ONU que convenza a los científicos iraquíes que deserten y declaren contra Sadam, le hacen creer a los ricos que no lo son, pero siguen siéndolo. No tienen derecho a hablar de debilidad económica en un mundo donde mil millones de personas viven bajo la pobreza más absoluta, lo que supone uno de cada cuatro seres humanos. Allí sigue habiendo los culos masculinos mas gordos y las bolsas sin asas más repletas a la salida de los supermercados. Que el Imperio estornude no va a afectar a su salud. Ni a su jactancia.