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León

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E va la marea blanca, solidaria, de voluntarios y la peste negra se extiende, como la indignación más o menos fundamentada de los pobladores de la costa gallega. Se extiende como el mal ejemplo de cierta clase política. Se extiende por Asturias, Cantabria, llega a Euskadi. Hemos oído al presidente socialista de Asturias, Alvarez Areces, decir cosas muy gordas acerca del Gobierno central. No hemos oído nada al presidente cántabro, atado por su lealtad al PP; todavía nada ha dicho el lendakari vasco, pero seguro que algo dirá, y ciertamente será algo desagradable para la cohesión del Estado. En resumen, el vómito negro del «Prestige» lo está conmocionando todo: la economía, la legislación vigente, la confianza de la sociedad en sus responsables, algunas creencias técnicas muy arraigadas. Ahora vienen, también, las consecuencias políticas. -Primera consecuencia: se ha puesto en tela de juicio la eficacia del estado de las autonomías. Como cuando lo del vertido de Boliden en Doñana. Gobierno popular y comunidades autónomas no se entienden cuando llega la crisis. Ni siquiera cuando al frente de una autonomía, la principal afectada, está un hombre del PP tan notorio como Fraga. ¿O ha sido Fraga el que no ha funcionado? - Segunda consecuencia: desde el País Vasco llegarán, como antes se apuntaba, nuevas acusaciones a la ineficacia del Estado central. Serán acusaciones más o menos fundamentadas, pero eso ¿cuándo ha importado al Gobierno del PNV? Veremos si Ibarretxe es capaz de mostrar un mínimo de solidaridad con las comunidades del norte de España, más afectadas que la costa vasca. - Tercera consecuencia: desprestigio de la clase política en general. Sensación de que no han sabido gestionar la crisis, ni unos ni otros, y se han enzarzado en acusaciones carentes de fundamento y desproporcionadas. De entre los rumoreados sucesores de Aznar, tan solo Rajoy ha hecho frente a la crisis: ni rato ni Mayor Oreja parecen haber querido saber nada del asunto. Tampoco la imagen de Aznar ha salido muy bien parada, por su escasa disponibilidad a afrontar una política de gestos. Y la solidez del PP se ha agrietado. - Cuarta consecuencia: algo tendrá que pasar en la Xunta de Galicia. Aquella mayoría absoluta de octubre del año pasado ha quedado sepultada bajo la capa de chapapote. La credibilidad de Fraga, que patentemente en un primer momento no dijo la verdad acerca de su ausencia de Galicia, ha quedado muy tocada. No falta en el PP quien diga que la dimisión de Fraga sería la válvula de escape para muchas tensiones. Fraga, sobre todo Fraga, ha salido muy afectado de este desastre.