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Publicado por
J.F. Pérez Chencho
León

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Hoy se cumple el primer mes de vómitos del «Prestige». Un mes soltando miles y miles de toneladas que han enlutado toda la costa gallega y parte de las de Asturias, Cantabria y País Vasco. Y sigue manando. Se cumple el primer mes y un arrogante Aznar sigue, erre que erre, en su desesperado intento de no asumir ni la más mínima responsabilidad, ni suya ni de su Gobierno, en el «mayor desastre ecológico de nuestra historia», como él lo ha calificado. Ha pasado un mes y el presidente no ha visitado Galicia, ni ha llevado la crisis del Prestige al Parlamento para su debate en sesión plenaria. Ha pasado un mes y persiste la misma política de ocultismo, la crítica a los medios informativos no afines y la denuncia de deslealtad de la oposición. Y, mientras tanto, la tercera marea negra avanza como una maldición para mecer en el regazo de las Rías Baixas, al tiempo que las mareas blancas de gallegos/as piden en la calle a pleno pulmón dimisiones, y Manuel Fraga afrontaba en el Parlamento galego dos mociones de censura, presentadas por el Bloque y el Partido Socialista. Llora Galicia lágrimas negras y se descubren cada día nuevos desmanes de desinformación y mentiras. Fraga y Aznar están blindados con mayorías absolutas. Y Aznar, digo, un mes después no rebaja su dosis de soberbia y arrogancia. Tal parece que la culpa de que se llevara el Prestige a alta mar, o de la confusión inicial fuera de la oposición, no de quienes en plena crisis prefirieron el ocio de la caza. Aznar no soporta a la oposición. Le produce casi náuseas. Es patético y obsceno su recurso a la lealtad. ¿Desde cuándo la oposición debe ser leal al Gobierno?. Al que debe ser leal es al Estado. La irritabilidad del presidente, acostumbrado a que todos los vientos soplaran a favor, ha sembrado demasiadas dudas sobre sus capacidades cuando llegan las duras. Escudarse en la oposición -«usted llevará toda su vida en su currículo la mancha de la insensibilidad, la demagogia y el oportunismo», le espetó a Rodríguez Zapatero- no cuela. Es como el boxeador «groggy» que pide vigilar al árbitro. La oposición no sólo debe denunciar la dejadez, descoordinación y desinformación del Ejecutivo en la crisis del Prestige. Es su obligación. Para eso está: no para ser como el «poeta de las tres lamidas». Pero permítanme un paréntesis casi imposible, máxime tras conocerse la absoluta desnudez del Gobierno en la crisis del Prestige. Mañana, la Casa de León en Madrid ofrece su XXI cocido maragato, en esta edición homenaje a Vicente Gómez, director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial. Será en el hotel Wellington, como cada año. También recibirán diplomas e insignias de la Casa: el Centro de Visitantes de los Picos de Europa-Puebla de Lillo; el ayuntamiento de Benuza, el Ademar, la Cámara de Comercio de Astorga, y Félix Herrero, Fiscal-Jefe de la Audiencia Provincial, a quien distinguen «por los valores éticos y cívicos en el desempeño profesional». Menos mal que la Casa de León en Madrid ve más allá de los maizales. Enhorabuena a todos.