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Publicado por
José Antonio Balboa
León

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A causa de una investigación que me trae muy atareado, vivo este curso alejado del tráfago cultural, apenas me dejo ver y no asisto a presentaciones, charlas o saraos. Pero, desde mi rincón, no olvido a mis amigos y, por supuesto, sigo todo aquello que me parece interesante. Esta semana, desde el mundo de la cultura, nada hay más relevante que la exposición de Andrés Viloria «Los rostros de la miseria», 102 láminas que cuelgan en las paredes de la sala de exposiciones de Caja España de Ponferrada. La fuerza y la pasión que muestran las tintas chinas de estas láminas son el mejor ejemplo del vigor de este joven de ochenta y cuatro años -nació en Torre del Bierzo en 1918-; pero sobre todo son el testamento de un pintor, de un poeta, que con ellas resume su larga trayectoria vital. «Los rostros de la miseria». Ningún título podría expresar mejor el profundo humanismo de Andrés Viloria, que en él tiene múltiples sentidos. Me recuerda, por una parte, a uno de aquellos humanistas del Renacimiento, cuyos trazos nos legó Jacob Burckhardt en su célebre libro «La cultura del Renacimiento en Italia»; es decir, la del hombre culto, interesado por la historia, la cultura, el arte, las tradiciones; el hombre que resume en si los conocimientos de una época, o que al menos está abierto a conocerlo todo, a experimentarlo todo, a vivirlo todo. Pero Andrés es un humanista en otro sentido, más actual: en la del hombre comprometido con los problemas de su tiempo. En él, como pintor y como poeta, ha sido una constante el tema del hombre: el hombre enraizado en la Historia, que anuda lazos apenas perceptibles pero intensos con el pasado; el hombre del presente que, con sus saberes y su tecnología, transforma el mundo, pero que no olvida a lo que quedan retrasados, con la secuela del dolor y la miseria; y el hombre que mira al futuro, que tiene sed de trascendencia, porque el humanismo de Andrés es, no lo olvidemos, profundamente cristiano. Como artista que se funde con su obra en una unidad indisoluble, Andrés Viloria es un poeta de honda reciedumbre y pensamiento profundo; y un pintor con una obra muy personal, bastante alejada de veleidades y modas. Aunque se inició en la pintura figurativa, muy pronto la abandonó, pues por temperamento, lo que quería contarnos con sus pinceles se expresaba mucho mejor desde la abstracción. De lo que quería hablarnos, de lo que áun nos habla, era de la Historia, de las huellas del hombre, de los signos de la tribu, de la grandeza de un ser que ha domeñado el cosmos. Nos legó así, en los años sesenta y setenta, una obra, de tonos tierra, en madera, tabla y lienzo que ya es un clásico de nuestra pintura. Después, su obra se hizo más rica en color, más abstracta si cabe, porque quería reflejar las preocupaciones más hondas del hombre, sus sueños, su ansia de infinitud, su deseo de trascendencia, de fundirse en Dios. Ahora, nos lega el testamento de su preocupación última: el hombre que sufre por el dolor de tantas desigualdades y opresiones; la tierra que gime por la sobreexplotación a que insensatamente es sometida; la miseria reflejada en los rostros, que son el espejo del alma. Andrés, artista extraordinario y persona entrañable, ha logrado ser profeta en su tierra, algo difícil de conseguir en medio de tantas envidias, mediocridades y zancadillas. Hoy todo son parabienes, felicitaciones, alabanzas; pero yo conozco la espina que lleva en su corazón desde hace muchos años. Viloria ha sido un artista avaro en conservar su obra, porque siempre ha sabido de su valor: no la quería dispersar, no la ha vendido, la conserva casi íntegramente. Pero esa obra ingente no puede seguir amontonada en las salas de su casa, o colgada en las paredes de los pasillos, necesita espacio donde poder mostrarse, donde conservarla. Las autoridades favorecen que se hagan algunas exposiciones, aplauden su obra pero no hacen nada porque pueda colgarse en un museo con todas las garantías de una conservación futura. El mejor premio a una vida dedicada con pasión al arte, no puede ser otro que una institución que conserve el gran legado de nuestro Andrés Viloria. ¡Seguiremos clamando en el desierto!

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