450 millones

En la cumbre de Copenhague, donde debe de hacer mucho frío, se ha lanzado la nueva Unión Europea de 25 países y 450 millones de habitantes, cada uno de su padre y de su madre patria. La negociación final, cuyo escollo era el dinero, como sucede en todas las negociaciones desde el principio, se consiguió superar a toda prisa aceptando lo que pretendía Polonia. Si hubiera fallado el acuerdo, los futuros socios europeos hubieran tenido que esperar hasta el 2007 para el ingreso. Considerada Europa como «una utopía antigua y encantadora» hay que reconocer que aunarla es una empresa titánica, pero lo que no lograron ni Carlomagno ni Napoleón, lo puede conseguir la moneda única. De momento, a los españoles, que siguen siendo más compatriotas que los de otras patrias, el euro nos ha hecho la puñeta: uno de cada tres alimentos básicos nos cuesta entre un 8 y un 30 por ciento más que hace un año. Aunque parezca mentira, esa es la pura verdad. La subida, sobre todo de las cosas de comer, con las que no se juega, rebasa con holgura la inflación interanual y eso que la tragedia del superpetrolero «Prestige» aún no se ha reflejado en toda su intensidad en la cesta de la compra. («No temo una catástrofe ecológica, ni grandes problemas», dijo el ministro Arias-Cañete, al que Dios le conserve la vista, pero José María Aznar no le conserve el puesto). Hay que preguntarse qué pasará cuando seamos tantos. Hay quien cree que la Unión Europea puede significar el final de mil años de historia. Pero esto se lo tengo que preguntar a Fernando García de Cortázar, que es el que explica más claro estas cosas. Muy bien puede ocurrir lo que le pasó a Tono cuando veraneó un año en la playa de Peñíscola. Alguien le paró en la calle y le dijo: «usted no es de aquí, ¿verdad?». Le dijo que no, que no era de allí y el desconocido le comunicó que él tampoco. «Entonces somos paisanos», le respondió Tono. Ahora que en Copenhague han llegado a un acuerdo vamos a tener muchos paisanos. Por decreto.