Diario de León

LA ALMENA

¿La Europa del ciudadano?

Publicado por
Vicente Pueyo
León

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La del «Prestige», esa catástrofe pegajosa, inacabada y negra como el horizonte que contemplan muchas familias, ha dejado ya algunas cosas claras que, como no se tengan en cuenta, situarán bajo toneladas de mugre la credibilidad de los políticos y del sistema democrático en su conjunto. Decía el presidente del Gobierno en su viaje fantasma a Galicia (esa condena de «un mes y un día» la va a llevar de por vida) que no es momento para «espíritus flojos y pusilánimes». Y lo dijo sin tener el coraje de pisar ni un centímetro de la tierra pringada por ese fuel infame, último eslabón de una cadena que la Unión Europea, complacida en ser la Europa del capital, y no la Europa de los ciudadanos, no ha sabido, ni querido cortar. Es injustificable que, después de avisos tan explícitos como los del Casón, del Erika, del Exxon Valdez, del Mar Egeo,... no se hayan adoptado, con la urgencia que dicta el sentido común, las medidas legales adecuadas para poner coto a ese intolerable pirateo. Uno se pregunta para qué sirve todo ese despilfarro de instituciones y de funcionarios de nómina abrumadora que se pasean por Bruselas si nadie mueve un dedo para acabar de una vez con esa criminal tomadura de pelo que son las banderas de conveniencia. Sólo entre Panamá y Liberia se da cobijo a 8.000 de estos buques, cuyos propietarios hay que buscar -si alguien los encuentra- en las villas dionisiacas de Suiza o de las islas griegas. Sabemos, por ejemplo, que los Coulouthros, una familia de armadores griegos son los dueños del «Prestige» pero ¿alguien cree que van a sacar los colores a una persona concreta? Delante del «Prestige» hay una sociedad pantalla -Marc Shipping Inc- contra la que se van a estrellar las peticiones de responsabilidades. No puede admitirse que en la Unión Europea no se conceda prioridad a desenmarañar estos nudos atados por gentuza sin escrúpulos. No hay voluntad para ello y esa falta de voluntad llena de negras sombras la actividad política que debería estar presidida por comportamientos eficaces y éticos. Otra lección definitiva es el alejamiento entre la sociedad científica y el poder político. El famoso I+D se ha transformado estos días en Inutilidad + Desidia. Seguimos sin saber rentabilizar nuestros valores más esenciales y gentes que podían haber hecho aportaciones clave en el momento clave no han encontrado el camino adecuado. Es un absurdo derroche que demuestra que estamos lejos de ser el país organizado que podríamos ser. Sólo nos salva esa capacidad para el heroísmo y la solidaridad que puede ser insuperable, que empequeñece a los «ismos» y que sigue siendo nuestro aval más inapreciable.

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