Diario de León
Publicado por
Antonio Papell
León

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Tras el atentado con coche bomba de Santander el pasado día 3, que no produjo víctimas, era ya manifiesto que no tenían sentido las interpretaciones voluntaristas que habían atribuido el silencio de ETA en las semanas anteriores a una situación de pretregua o, como mínimo, al tanteo de la organización terrorista de la posibilidad de un alto el fuego. Lo ocurrido en Madrid anteayer, la eficaz acción policial que impidió un atentado y permitió la detención de un terrorista a costa del asesinato de un guardia civil confirma la voluntad de ETA de seguir presente en la escena vasca. Y corrobora su extrema debilidad, casi terminal, que se desprende de la bisoñez e impreparación de sus autores, que no han contado con infraestructura alguna en estas acciones improvisadas y que han cometido errores de principiante, como el de colocar a un vehículo robado una matrícula falsa demasiado antigua para el modelo del automóvil, lo que hizo recelar a las fuerzas del orden. ETA está en una situación agónica, en la que, gracias a la creciente efectividad policial y a la perfecta cooperación hispano francesa, cuenta cada vez con menos medios para llevar a cabo su macabra actividad, encuentra dificultades insuperables para reclutar nuevos activistas y afronta crecientes problemas de financiación. En estas condiciones, es improbable que sus dirigentes puedan todavía creer en la utopía de que su «lucha» tiene alguna utilidad. Pero precisamente a causa de esta gran debilidad, tampoco pueden acariciar la posibilidad de declarar una «tregua», ya que no podrían capitalizarla. El dilema de los terroristas es, pues, extremo y agónico: o continúan cometiendo atentados o desaparece ETA por simple consunción, lo que equivale a reconocer su derrota sin paliativos. No es la primera vez que la organización terrorista se encuentra exhausta con serias dificultades para lograr su propia supervivencia, y siempre el Leviatán ha renacido de sus cenizas. Pero la actual decadencia es mucho más seria porque coincide con una manifiesta desmovilización del mundo radical vasco. No se ha hecho suficiente hincapié en un fenómeno llamativo que debería suscitar grandes esperanzas y nuevas ilusiones a todos los demócratas: la firme y decidida acción del Estado contra las organizaciones pretendidamente políticas que arropan a ETA y forman parte de su propia esencialidad, mediante la nueva ley de Partidos y las actuaciones judiciales de Garzón, ha debilitado extraordinariamente a ese sector sociopolítico, hasta el extremo de hacerle perder la mayor parte de su visibilidad. El domingo, las fuerzas políticas democráticas vascas, felizmente unidas, tendrán ocasión de manifestar su renovada repulsa a ETA, bajo el lema «ETA kanpora». Infortunadamente sin embargo, el «proyecto Ibarrexte», resulta excluyente para el mundo no nacionalista y siembra un germen de división política que es altamente inoportuno en esta hora en que el final de la violencia está quizá más cerca que nunca.

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