Diario de León
Publicado por
Fernando Ónega
León

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Políticamente, la tragedia del Prestige está entrando en el territorio del absurdo. Los socialistas quisieron pisar tanto el acelerador para provocar que el coche del gobierno se estrellara, que ellos mismos han perdido el rumbo. Están a punto de conseguir que, después de todas las torpezas del gobierno, ellos parezcan todavía más torpes, novatos, ingenuos y recién llegados. Primero fue ese ridículo diputado de Madrid que tuvo que dimitir por imbécil. Pasará a la pequeña historia como la primera víctima política del Prestige, estando en la oposición. Se necesita ser tonto de capirote, por no decir tonto del culo. Y ahora viene el «asunto Caldera», que consiste en una tontería como ésta: el portavoz socialista cometió la torpeza de difundir una copia de un documento oficial sobre los movimientos del barco mutilada, habiéndole quitado referencias de interés para el debate político. El Gobierno, que puede ser lento y contradictorio, pero no es tonto, lo ha cazado al vuelo: Jesús Caldera es tan innoble, que debe dimitir. Esa es la última bandera de Rajoy, Arenas y todo el Partido Popular. Pero, hombre, Caldera, ¿cómo se le ocurre hacer eso? Cuando un gobierno está en dificultades, su primera obligación es que parezca que la mala es la oposición. Cuando se descubrió el «caso Guerra», el PSOE hizo lo imposible por convertirlo en el «caso Barbero», que era el juez instructor. Y ahora, los socialistas se lo ponen a huevo al poder: son ellos mismos quienes autodenuncian su electoralismo o su manipulación de documentos. Con lo cual, el mundo se vuelve al reves: ahí tienen ustedes a los responsables gubernamentales pidiendo la dimisión del portavoz socialista. Y el Partido Popular no soltará esta presa. Es demasiado hermosa. Ni ellos podían sospechar que, estando en el gobierno, los platos rotos fueran pagados por la oposición. Parece de chiste, ¿verdad? Pues sigan atentos a la pantalla.

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