Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Las Médulas en Madrid

Publicado por
José Antonio Balboa
León

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Esta semana se inauguraba en el madrileño Jardín Botánico una magna exposición sobre las Médulas, patrocinada por la Junta de Castilla y León, de la que es comisario -o sheriff, que uno ya no lo sabe bien- el inefable arqueólogo Francisco J. Sánchez-Palencia. El objetivo, en palabras de Juan Vicente Herrera, presidente de la comunidad, es potenciar el turismo cultural en torno a la mina de oro romana, y para ello, no hay mejor escaparate que la ciudad de Madrid, con sus poderosos medios de comunicación y sus importantes agencias de viajes y tour operadores. Supongo que a lo largo de los próximos tres meses -estará hasta el 24 de marzo- eso se logrará sin difícultad y con creces, a tenor del dinero y de los recursos humanos invertidos en ella, aunque la inauguración el pasado lunes ha pasado sin pena ni gloria, únicamente recogida, y sin grandes alardes tipográficos, por la prensa leonesa. La exposición coincide, además, con el quinto aniversario de la declaración de las Médulas como Patrimonio de la Humanidad; declaración que vino a refrendar el interés histórico y monumental de esta extraordinaria mina de oro, uno de los ejemplos más impresionantes y representativos de la ingeniería y minería romanas. Como recuerda Tácito en su Agrícola: «Los buenos resultados todos los reclaman para si; los malos, se los imputan a uno solo»; algo de eso ocurrió con aquella declaración, reclamada como propia por arqueólogos, políticos y publicistas. Hasta un senador del PP, con toda la razón, me escribió entonces una carta de réplica a un artículo mío, en la que me enviaba fotocopias de las actas del Senado en las que aparecían sus propuestas para solicitar dicha declaración. Lo cierto es que fueron todos ellos, desde campos distintos, los que lograron que la Unesco se fijara en una mina, que durante siglos había pasado sin pena ni gloria, y la convirtiera en un monumento de la humanidad. En un monumento y en un reclamo turístico. Muchos presentaron aquella declaración como la panacea a los males de una zona deprimida, sin recursos agropecuarios o industriales, con la excepción de las canteras modernas que compiten con las romanas, en quién destroza más el paisaje. Se crearon Patronatos llenos de figurones irresolutos; se ensarzaron en disputas entre si las distintas administraciones sobre competencias y recursos, que deberían aportar cada uno para a su mejora y conservación, también para su control. El único resultado tangible, además de una zona de aparcamiento y una cierta señalización de rutas de visita, fue el Aula Arqueológica, encomendada al Instituto de Estudios Bercianos. Por contra, se permitió la construcción de un enorme hotel pantalla, que dificulta la visión de una parte del yacimiento, la otra se dejará de ver cuando terminen la casa que están levantando delante de la iglesia; un alcalde se arroga derechos discrecionales sobre el uso de alguna galería, otro sobre los permisos para la concesión de canteras, etcétera. Por ahora, con la excepción de algunos vecinos, que han abierto varios bares o un par de casas rurales, y los arqueólogos, la declaración no parece haber sido un revulsivo económico para la zona. Ha aumentado, eso sí, el número de visitantes, que en algún año ha debido superar de los cien mil; pero pese a que la zona cuenta en sus inmediaciones con el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel y algunos yacimientos castreños, como el Castrelín, y villas romanas, como Pedreiras, no he visto que sea suficiente para retengar más allá de un par de horas a dichos visitantes. Está bien promocionar Las Médulas, hacer esas magnas exposiciones que a buen seguro traerán nuevos visitantes a la zona, porque realmente el lugar es interesante, cuenta con atractivos turísticos indudables; pero más importante es lograr, mediante una buena planificación e infraestructura turística y cultural, que de meros visitantes se conviertan en turistas, que rentabilicen la inversión que se está haciendo en la promoción y desarrollo de las Médulas.

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