Diario de León
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León

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HAY gente para todo, incluso para averiguar lo que piensa otra gente. Una vez inspeccionado eso que llamamos la «opinión pública», todo consiste en adecuarse a ella, ya que no hay otra forma conocida de ganar unas elecciones que reclutar los votos de la mayoría. De ahí proviene la dictadura de la estadística. El 60 por ciento de los españoles considera, por ejemplo, que Estados Unidos no debe atacar a Irak. (Quizá sea confortador saber que el porcentaje de ciudadanos de nuestro país que se opone a la guerra que se está viendo venir es dos veces mayor de la media europea). Otra cuestión distinta es que Bush le haga o no le haga caso a las encuestas que se realizan en este rincón del Imperio. Para entrar en una guerra no es estrictamente necesario ser partidario de ese terrible método de solucionar las cosas: basta con ser obediente. ¿Cuánta gente ha muerto defendiendo unas convicciones que no eran las suyas, entre otras cosas porque no tenía convicciones? En este momento histórico -todos lo son- la mayoría de los vascos rechaza el plan Ibarretxe, que recibe más apoyo de HB, y según nos cuentan se duplica el número de ciudadanos que piensa irse de su hermosa tierra. Una pena: para los que se vayan y también para los que se queden, que no van a poder discutir con nadie. Somos muchos los que profesamos un cierto agnosticismo en materia de estadísticas, ya que es cierto eso de que por medio de cifras se puede demostrar cualquier cosa, pero no dudamos de su poder. A veces, no es la opinión pública la que influye en las encuestas, sino las encuestas las que influyen en la opinión, deformándola y haciendo que se incline de un lado o de otro hasta caerse de tonta. Una reciente encuesta asegura que más del 50% de los españoles prefiere abstenerse del sexo a dejar de fumar. La verdad es que lo último puede hacerse más veces cada día y durante más tiempo a medida que van pasando los años. Quizá eso explique por qué hay más estancos que harenes.

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