Diario de León
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León

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OS llega, como un caballo desbocado, un 2003 lleno de presagios de todo tipo -malos, sobre todo- que sigue a un 2002 que, definitivamente, no ha sido una buena docena de meses, incluso aun cuando usted no juegue en la Bolsa. No, no ha sido bueno: hemos vivido bajo el síndrome crepuscular y atemorizado del 11 de septiembre de 2001, buscando a un tal Bin Laden, un asesino múltiple que se ha escapado como agua entre las manos poderosísimas de la CIA, el FBI y el Pentágono, todos juntos, dando lugar a una cacería de fanáticos islámicos algunos de los cuales seguramente no serán tan peligrosos como parece sugerir el trato brutal que reciben. Hemos preparado la guerra por cuenta de Bush y lo más probable es que este año que entra, en el que España tendrá un asiento en el Consejo de Seguridad, haya guerra. Contra Irak y contra quien el amo del Imperio decida, que pare eso se ha definido el frente del mal. No, no ha sido un buen año. Hemos decretado la ampliación de la Unión Europea, y resulta que este crecimiento a nadie le gusta. Hemos chapapoteado y ennegrecido nuestro medio ambiente, mientras la clase política la gozaba tirándose los trozos de fuel a la cara, ejercicio legítimo, pero muy peligroso. Hemos conocido decisiones judiciales escandalosas, terceros grados y excarcelaciones incomprensibles, asesinatos terroristas especialmente indignantes. ¿Cómo diablos quiere usted que le diga que este año 2002 ha sido bueno? Es más: creo que no conozco a nadie que juzgue benévolamente a estos doce meses que, gracias a Dios, se nos van con viento fresco. Hemos tenido nuevos ministros, pero no un sucesor. Consolidamos un líder de la oposición, pero no a su equipo. Los partidos principales se desgarraron internamente preguntándose qué hacer con Euskadi, qué con Ibarretxe, qué salida dar a las provocaciones, a las innovaciones, a las decepciones. Y ahora entramos, apenas faltan horas ya, en este 2003 en el que vuelven las elecciones (locales y autonómicas), en el que se anuncian terremotos en los medios, ajustes internos en los partidos. Todo es una preparación para la gran catarsis de 2004, que va a ser el año decisivo, el de la sucesión de Aznar, el año en el que vamos a vivir peligrosamente porque todos intuimos que no se podrá seguir gobernando, y viviendo, mucho más tiempo como hasta ahora. Yo diría que ha quedado inaugurada la carrera hacia la era de los grandes cambios. Nada menos. Así que felicitémonos, porque algo ha de cambiar para que sigamos con nuestra existencia alegre y confiada, y porque todo cambio es el preludio de algo bueno.

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