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Publicado por
León

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SE cumple el año desde que el euro pasó a ser la moneda de bolsillo de trescientos millones de europeos que mayoritariamente siguen pensando todavía en marcos, francos, liras o pesetas. Esta es la cara fea de la nueva moneda, junto con el abuso, en el caso español, de muchos industriales y comerciantes que se han pasado a la hora de redondear los precios al alza y han contribuido así a relanzar la inflación. La cara guapa del euro brilla mucho más. Su lanzamiento fue casi modélico, aunque puedan sobrar muchas monedas de uno y cinco céntimos y faltar alguna de mayor nominal, y además ha logrado arraigar con éxito y en muy poco tiempo en los mercados internacionales, siendo ya un duro competidor del hasta hace poco indiscutible e indiscutido dólar. Al año de su lanzamiento como moneda física el euro se apunta el éxito de haber alcanzado la paridad del dólar, algo difícil de asumir por los apologetas del billete verde, que no ven razones para que la moneda de una Europa con un crecimiento paupérrimo pueda subirse a las barbas de la moneda de un país cuya economía crecerá este año un 2,5%. Pero razones las hay, empezando por el espectacular déficit de pagos de EE UU (el 5% de su PIB) y siguiendo por las desconfianza que su política de gendarme mundial genera en muchos mercados. Antes, cuando no había un competidor, razones como las citadas tenían un peso escaso, pero con el euro en escena los equilibrios han cambiado, y más que lo harán si el Reino Unido, Suecia y Dinamarca deciden algún día incorporarse a lo que debe ser su moneda. Pero el éxito principal del euro ha sido contribuir a la integración europea y a estabilizar los precios y los tipos de cambio. El euro representa la reforma más intensa que haya conocido la UE y es un éxito político de la nueva Europa, y para muchos países, entre ellos España, ha supuesto mayor estabilidad, lo que ha facilitado la inversión y el crecimiento. La velita del primer año la va a soplar una moneda robusta y que, además, apunta a que se nos va a criar bien.