Objetivo, Pablo Casado
El 27 de marzo de 2021 publicábamos un artículo en esta misma tribuna bajo el título Objetivo, los Pablos . En el mismo advertíamos de las intenciones de Su Persona por eliminar a sus más directos adversarios políticos. Decíamos que «primero Pablo Casado, después Pablo Iglesias. Ese era el orden, y la orden, a seguir para retirar de la política a los Pablos. Una operación de caza mayor. Había que dejar el camino libre al Faraón fanfarrón, a Pedro Bonaparte, a Napoleón Sánchez, al plagiador de tesis, al maniquí de escaparate de tienda de barrio, al egocéntrico y narcisista rompe espejos, al golpista mayor del Reino de España. Un plan pensado para mayor gloria del triunfito radical y sectario, y una estrategia diseñada por la fábrica de ocurrencias pirotécnicas dirigida por el mercenario monclovita».
Han pasado diez meses desde entonces y, salvo que el primero en caer no ha sido Pablo Casado sino Pablo Iglesias, sin embargo tenemos que reafirmarnos en lo que señalábamos en marzo de 2021. Pablo Casado sigue siendo el objetivo a batir por parte de Pedro Sánchez —el peor presidente de Gobierno de la historia de España—, aunque «lo de Sánchez no es un Gobierno, es una pesadilla —esa grieta por la que asoma el infierno— que se prolonga ya tres años… Por eso se irrita cuando Pablo Casado… le recuerda el material del que está compuesto su equipo, un combinado de despojos» (J.A. Vara).
En aquel artículo decíamos que «Pedro Sánchez ha sacado la apisonadora para reducir a escombros a la oposición y evitar que se consolide una opción alternativa y democrática a su desGobierno. Una alternativa de Gobierno constitucionalista, presidida por Pablo Casado, presidente del Partido Popular, único líder de la oposición capaz de sacar a España del hoyo en el que la está enterrando un niñato sin principios morales, sin valores éticos y conductas nada ejemplarizantes». Ahora, cuando las encuestas son desfavorables para los intereses del ‘doctor plagio’, y después del repaso dado por Pablo Casado a Pedro Sánchez en la sesión de control del miércoles 15 de diciembre de 2021, los sanchistas salen en tromba para descalificar a Pablo Casado, no como político, que también, sino como persona, destacando de manera particular la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño, quien, bien para ganar méritos que su incompetencia le niega así como su nefasta gestión al frente del ministerio, que se ha demostrado le queda bastante grande, o bien para complacer a ‘su señor’, de forma semiclandestina —la mascarilla ha impedido poder leer sus labios— manifestó, al parecer, perdiendo la estabilidad emocional exigible a cualquier político, sentirse «asqueada» de la brillante intervención parlamentaria de Casado y, dirigiéndose al alcalde de Madrid, señor Almeida, le espetó: «tu jefe está desequilibrado». Queda por saber si tal expresión fue producto de la mezquindad de quien la pronunció o si salió de quien se sienta a su lado en el Congreso o de algún argumentario monclovita. «La cosa es bastante cómica, porque el problema de Casado es que está demasiado equilibrado, suele mantener la templanza, la voluntad por encima de los instintos… ¿No confundirán los socialistas a Casado con una planta decorativa que está ahí porque, ya se sabe, queda bien en democracia que haya un partido opositor?... ¿Desde qué podio moral de justicia divina puede el Gobierno dictar las reglas de lo que se puede preguntar y lo que no es moralmente aceptable? ¿Es acaso moralmente aceptable que la explotación de menores tuteladas no se esclarezca y no se asuman responsabilidades políticas? ¿No confundirá acaso Nadia Calviño al jefe de la oposición con un periodista de esos que ya no pueden preguntar?... El mensaje es nítido: hay que halagar los sentimientos de los políticos del Gobierno y evitar señalar su responsabilidad en todos los asuntos que puedan perturbar la paz del tablero inclinado» (C. Casabón).
A ‘Nadia Mariquita Pérez’ le asqueó el «coño» parlamentario de Pablo Casado. El mismo «coño» que había sido utilizado por Pedro Sánchez para «fundar en 2015 la política de la presencialidad —metidito en el barro del Ebro— frente a la discreción del teletrabajo» (J. Lillo), y, sin embargo, pronunciado por Pablo Casado, es motivo para que Don Perfecto critique la forma de hacer oposición del líder del PP, al que acusa de haber perdido la «urbanidad, respeto y educación». Su Sanchidad «tiene la piel tan fina que le molesta hasta que le devuelvan sus palabras» (M. Alcaraz).
Caído Pablo Iglesias, el objetivo sigue puesto en Casado —muro a derribar por el bloque rupturista Frankenstein acaudillado por Sánchez— al ser el principal obstáculo al golpe de Estado —no el imaginado por Adriana Lastra en enero 2020 cuando acusó al PP, Cs y Vox de amenazar «de forma implícita y explícita con un golpe de Estado»— que, sin prisa sin pausa y de forma silenciosa, viene perpetrándose en España desde el golpe de la moción de censura contra Mariano Rajoy, momento en el que todo empezó, y que tuvo su continuidad en las mociones de censura presentadas en Murcia y Castilla y León —frenada por Isabel Ayuso la también prevista en Madrid— que pusieron al descubierto la estrategia malvada de Pedro Aviones para restar poder territorial al PP y deslegitimar a Pablo Casado como alternativa a la presidencia del Gobierno. Como no lo consiguió entonces, lo ha intentado de nuevo en Castilla y León con otra moción de censura atada con longaniza pero malograda oportunamente por Fernández Mañueco.
Lo de Pedro Sánchez contra Pablo Casado es para estudiar en las facultades de Psicología. Sanchismo o democracia.