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Toda fiesta requiere un anuncio, un aviso, una advertencia, un pregón, un pistoletazo de salida, como se dice comúnmente. Ocupando la regiduría municipal legionense José Eguiagaray Pallarés, el 21 de junio de 1947, sábado, a las ocho y media de la tarde, desde los balcones del Excmo. Ayuntamiento de León, se llevó a término el primer pregón oficial de nuestras ferias y fiestas. Lo pronunció Francisco Roa de la Vega, a la sazón Decano Honorario del Colegio de Abogados, que había sido alcalde de esta antigua Corte de Reyes entre 1925 y 1929. Un gran número de concurrentes se congregó en la plaza de San Marcelo para este acto, que en esta edición de 2022 alcanza su setenta y cinco aniversario.

Minutos antes de la hora indicada, en la Casa de la Poridad se dieron cita la corporación municipal, autoridades oficiales, representaciones de los diez partidos judiciales de nuestra provincia, personalizadas por bellas señoritas, así como los autores premiados en el Certamen Literario de Exaltación Provincial, celebrado en el Teatro Principal, cuyo mantenedor fue Joaquín Calvo Sotelo. En dicho certamen, Victoriano Crémer recibió la Flor Natural por el poema Canto total a España. Fueron premiados asimismo, con sendos accésit, Joaquín Tornero y Germán Tuñón. Y en distintas modalidades, Antonio Pereira, Teófilo García, Miguel Bravo Guarida, Mariano Domínguez Berrueta y Evelio Teijón Laso.

Roa de la Vega pronunció un sentido pregón, cargado de lirismo y sentimiento, que comenzaba así: «El Cabildo Municipal de esta noble e hidalga Ciudad me ha honrado con su delegación, encaminada a extender por sus ámbitos, desde este antiguo ‘Palacio de la Puridad’, el aviso del comienzo de los festejos que ha organizado con motivo de las festividades de San Juan y San Pedro. Hoy se inician las fiestas. Y con este anuncio acaso debiera terminar mi modesta labor de ‘pregonero’». Y proseguía en párrafos posteriores: «Se os anuncian unas fiestas que probablemente en la intención de nuestro Concejo no son sino el ensayo, la raíz, el cimiento de las que en años sucesivos habrán de ofrecer por estos mismos días paréntesis de honesto holgorio en el constante laborar de nuestro querido pueblo. Fiestas que constituyen un exponente de la vitalidad de esta ciudad, tan antigua como España y tan moderna que casi habrá de atribuirse a milagro su esplendoroso florecimiento […] Esto es lo que ofrece a vuestra sana alegría el Excmo. Ayuntamiento; un programa de festejos incipiente, pero variado, en el que ha procurado armonizar el gusto de todos». [Diario de León, 25.06.1947, p. 4].

Finalizada la intervención del pregonero, tras el consiguiente disparo de «cohetes y bombas reales», un heraldo a caballo con timbales y el cortejo correspondiente, precedidos de la Banda de Música Municipal, se trasladaron a las plazas de la Catedral, Mayor e Inmaculada, donde fue reproducido el citado pregón. Este ritual, indefectiblemente, era un remedo del protocolo secular que registra el capítulo XXXVII del Resumen de las Políticas Ceremonias, con que se gobierna la Noble, Leal y Antigua ciudad de León, Cabeza de Su Reino obra de Francisco Cabeza de Vaca, del Marqués de Fuente Oyuelo, obra datada en 1693, donde se recoge Cómo se aclamó y levantó el estandarte por nuestro gran rey Carlos II.

En años sucesivos, el Pregón fue pronunciado por los corregidores legionenses, hasta que en 1970, Manuel Arroyo Quiñones, siendo alcalde de la ciudad, tomó la decisión de que fuera una personalidad leonesa quien se encargara de pronunciarlo, encomendando en aquella ocasión tan honroso cometido al poeta y escritor Antonio Pereira, citado en un párrafo precedente.

Subrayemos, como nota simpática, que aquel año 1947, a las cinco de la tarde del 22 de junio, domingo, en la glorieta del Jardín de San Francisco se celebró un concierto a cargo del Regimiento de Infantería Burgos nº 36. Y aquella misma tarde, en este mismo escenario, según la prensa de la época, «hicieron su aparición por primera vez los Cabezudos adquiridos recientemente por el Ayuntamiento», que junto con la Tarasca y los Gigantones hicieron las delicias de la infantería menuda. Recorrieron luego el trazado urbano más céntrico de la ciudad causando una grata impresión entre el numeroso público que transitaba por aquellas plazas y calles. La puesta en escena de los Gigantones y la Tarasca data de 1901, a raíz de los festejos programados los días 27, 28 y 29 de aquel año, con motivo de la reapertura al culto de la S.I. Catedral de León.

Por otro lado, el día de San Pedro del referido 1947, hace ahora también 75 años, quedó inaugurado el edificio del Gobierno Civil, hoy sede de la Subdelegación del Gobierno. Bendijo el inmueble el obispo de León, Luis Almarcha Hernández, asistido por Tomás Herrero y Clodoaldo Velasco, canónigos catedralicios. Asistió al acto Blas Pérez González, entonces Ministro de la Gobernación.

Las fiestas finalizaron aquel 29 de junio con una brillante cabalgata. Partió a la diez de la noche de las inmediaciones de San Marcos y finalizó en la plaza de la Catedral. La Casa de Asturias, la Base Aérea, el Regimiento de Infantería Burgos nº 36, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de León aportaron las correspondientes carrozas.