Que no falten los cubitos
Si se muere la reina de Inglaterra es normal que la noticia se esparza hasta los confines del orbe. No sé si será tan normal que se llenen montones de periódicos por tiempo indefinido con tal hecho y que se hagan eternas las horas en televisión por muy real que sea la anciana finada. Una epidemia como la que hemos sufrido recientemente es normal que nos preocupe a diario y también que ocupe las cabeceras de los informativos, mientras suponía una amenaza seria. No parece tan normal que, motivado a ello, en muchísimos hogares se hiciese un acopio desmesurado de papel higiénico.
Este verano que acabamos de vivir, eran noticia un día sí y otro también, las sucesivas olas de calor, nunca vistas, y los incendios que, de norte a sur y de este a oeste, amedrentaban a cualquiera que los contemplase, aunque fuese de lejos. Y entre las macabras quemas, que convirtieron en inertes miles de hectáreas que antes era foresta y rezumaban vida, se coló la alarma de la escasez de hielo.
No era el hielo del Polo que disminuye de forma alarmante, ni el agua sólida que adorna y cubre el paisaje, eran los cubitos de hielo. Igual convendría recordar que los cubitos se hacen de agua. Escaseó el agua por la ausencia prologada de lluvia. Faltó la lluvia que riega los campos. Los pantanos agotaron sus reservas. Los cultivos fueron parcos por falta del líquido elemento. Nos avisan que veranos así se repetirán y hasta más agravados. Pese a ello hay necios para los que el cambio climático es un cuento chino.
Nos avisan que veranos así se repetirán y hasta más agravados
Lo acaecido este verano se sufrió, y se presume que se sufrirá de forma acuciante, en el medio rural. Inquietud, la que viven los ganaderos temerosos de no tener agua suficiente para el ganado. Pérdidas, que se derivan de los sembrados que no crecen por falta de riego. Cada vez se habla más y se hace menos por el medio rural. Pasada la actualidad ya se olvidaron los incendios, el calor extremo y la sed de los campo.
Los pueblos no pueden verse como refugio de aquellos hombres y mujeres temerosos de acudir a la llamada de la urbe. No pueden reducirse a ser ese espacio bucólico de ocio para los fines de semana. Los pueblos han de tener la misma vida que las ciudades, aunque sea otra vida.
El año que viene probablemente se repetirá lo vivido este verano, de no empezar ya a tomar medidas radicales. Se vivirá la escasez de agua, pero seguro que no faltarán los cubitos de hielo para enfriar el cubata.