Foro u oferta de Las Cantaderas
La aparición ecuestre del apóstol Santiago en la legendaria batalla de Clavijo, propició el triunfo de Ramiro I (842-850) sobre el príncipe omeya Abd al-Rahmán II (833-852), en tierras riojanas, el 22 de mayo del año 844. Y con ello la supresión del nefando tributo que obligaba al monarca cristiano a la entrega al sarraceno de cincuenta doncellas provenientes de la nobleza y otras cincuenta procedentes del pueblo llano. Tan arraigada está en el imaginario colectivo esta victoria que, Benito Pérez Galdós, en el capítulo XIII de Zumalacarregui, primera novela de la tercera serie de sus Episodios Nacionales, pone en boca del protagonista, el presbítero José Fago, estas afirmaciones: «Creo en la presencia militar del apóstol Santiago en Clavijo y en los estragos materiales causados por su acero».
En nuestra ciudad, la fiesta de las Cantaderas es una tradición que se mide por siglos y está íntimamente unida a la citada contienda. Aunque se desconoce la fecha de su puesta en escena, en 1501 ya se estima de «inmemorial antigüedad». El acto se desarrolla en el claustro de la S.I. Catedral legionense. El P. Lobera lo presenció en 1595, dándonos fe de su representación y desarrollo. Las cantaderas eran por aquellas calendas «doce niñas de hasta diez o doce años, las más graciosas que hallan, y más diestras en danzar y bailar». Procedían de las cuatro parroquias principales de nuestra ciudad: San Marcelo, Nuestra Señora del Mercado, San Martín y Santa Ana. De la parroquia del Patrón de la Ciudad salía la Sotadera, «la cosa más vieja y mala que vi en toda mi vida», en palabras de la Pícara Justina, que, vestida a la usanza morisca, simulaba a la enviada desde Córdoba que elegía a las Cien Doncellas. De Nuestra Señora del Mercado, partían los atabales y el salterio que figuraban en la comitiva.
Entonces, la fiesta duraba cuatro días: 14, 15, 16 y 17 de agosto, lo que implicaba la organización de un programa cargado de elementos festivos: luminarias, hogueras, fuegos de artificio, obras teatrales, festejos taurinos y juegos de cañas. Los dos primeros días se llevaban a cabo ceremonias religiosas; el tercero se ‘corrían toros’, y el último se realizaba el acto del Foro u Oferta, donde se entregaba un cuarto de toro, de los astados lidiados el día de San Roque, un cesto de cotinos, (panecillos pequeños, exentos de sal, típicamente leoneses), y otro de peras y ciruelas. El 30 de julio de 1813, el Ayuntamiento de León acordó proponer al Cabildo catedralicio la sustitución del cuarto de bóvido por una aportación económica de 250 reales. La propuesta fue aceptada.
El domingo anterior a la festividad de San Froilán, cinco de octubre, patrono de la diócesis legionense, el Ayuntamiento de León, en forma de ciudad, acompañado por los maceros, la policía municipal de gala y la banda de música, sale del Palacio de la Poridad y toma el camino que lleva a nuestro primer templo. En el cortejo cívico-religioso, organizado y tutelado por la municipalidad, preceden a la Corporación Consistorial, el carro chillón, tirado por dos bueyes que lucen roscas de pan en sus astas, y la referida Sotadera, que exhibe un arco floral que depositará, en la panda sur del claustro catedralicio, ante Nuestra Señora del Foro y Oferta de Regla, efigiada en el tímpano del sepulcro protogótico del chantre Munio Ponzardi, fallecido el 19 de septiembre de 1240, seguida de las cantaderas, que portan cestillos repletos de productos del campo leonés que se convertirán en motivo de ofrenda.
En la citada escenografía claustral tiene lugar el punto culminante del ceremonial. El síndico municipal y el capitular catedralicio lucen allí sus galas retóricas en defensa de sus respectivas tesis. El munícipe argumenta que se trata de una oferta, por gracia y devoción. El eclesiástico, que sostiene un criterio totalmente opuesto, lo acepta y recibe como foro y obligación. Como es de dominio popular, después de tres intervenciones por ambas partes, todo finaliza sin acuerdo alguno.
El Marqués de Fuente Oyuelo en el capítulo XV de las Políticas Ceremonias, lo dejó resumido en estos términos: «Por costumbre antiquísima, desde la batalla de Clavijo, como está dicho [en el capítulo XII de la obra y, posteriormente, en el XXX], en hacimiento de gracias de tan singular victoria con que se libertó este Reino del nefando tributo de las cien doncellas que le impuso Mauregato, celebra la Ciudad estas fiestas […] ofrécese a dicha Imagen [Nuestra Señora del Foro y Oferta de Regla, a la que me he referido antes] un cuarto de uno de los toros y diferentes frutas; está allí el procurador del Cabildo con un Escribano, [y] pide por testimonio que es voto, y el Procurador de la Ciudad, como uno de los del Ayuntamiento protesta [que] es devoción y obsequio a aquélla Santa Imagen, por tan singular favor como recibió este Reino. Y hecho esto, se acaba la función y la Ciudad se disuelve».
Hoy, concluidos debate y discusión, se celebra la Eucaristía. Y a su término, ante la Virgen Blanca, entronizada en el parteluz de la puerta del Juicio Final, las cantaderas bailan la Cantiga de Alfonso X el Sabio: ¿Donna d’as Donnas?, tal como lo han hecho al llegar ante Nuestra Señora del Foro y Oferta.
La fiesta de las Cantaderas es una señera tradición firmemente arraigada en la historiografía de esta capital del Viejo Reino.