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Publicado por
Carlos Santos de la Mota, escritor
León

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Empezaré diciendo que soy leonés, sin Castilla y sin paliativos, y sin militancia en partido político alguno. He visto el reciente ¿ornato? de banderas y colores que se le ha añadido con una cierta invasión harto atrevida, y algo se ha despertado en mí con impulsos desagradables. He de suponer que esta clase de iniciativas quieren darse como reflejo de una sintonía que pretende buscar la complicidad entre la tierra y la pertenencia a ella de la sociedad. En palabras ya muy usadas: leonesismo. Y sin embargo qué lejos del mismo en términos prácticos.

Al alcalde, que va en todo esto algo disparado, creído y crecido, habría que decirle (mi responsabilidad la estoy asumiendo) que este tipo de florituras baratas aparentan mucho continente pero tienen escaso contenido para el León del día a día y por supuesto de la tierra misma como entidad que se pretende defender y/o recuperar en nuestro caso. Gozan en cambio de un gran predicamento, una emperifollada puesta en escena pero de corto recorrido para el general, aunque de gran rédito para el agitador de conciencias de turno.

Quiero decir que hay un camino preparándose hacia la reedición del gobierno municipal, a ser posible en mayoría, y que toda la parafernalia vista no responde al bien de León, ni al bien superior de su entidad territorial, sino a la mayor gloria de un solo personaje buscando éxitos exclusivamente personales. La razón, quebrantos y desvelos de la mayoría, no parece que estén en sus planes. No por ese camino. Desde luego este tipo de «embellecimientos» de boquina pequeña y localines siempre en un mismo León (ciudad) como si pareciera que todo empieza y acaba aquí, nunca van a ser la solución al León general y sus atrasos que necesita de estructura política, organización, seriedad, compromiso con el territorio y mucho trabajo. ¿Hay alguien que agarre ese pico y esa pala?

Este tipo de manifestaciones pueriles ya las conocemos. Sólo sirven para un tentempié: el del corregidor de turno. Hemos pasado por ellas. Años atrás Mario («Gominas») puso banderas de León en alguna glorieta y plaza. ¿Qué significa eso fuera de León? Nada. ¿Qué se consigue mirándose el ombligo? Nada. ¿Sirve a León (el León que echamos en falta) para algo? Para nada.

Sospechamos y nos tememos que con el actual alcalde y por estos «méritos» suyos estemos ante un nuevo Morano 2.0, es decir, una absoluta oquedad de proyectos de enjundia y necesarios que conduzcan o empiecen a conducir con destino al León territorial que nos robaron con engaños y la complicidad de un pueblo ingenuo.

Banderas..., qué manía, y qué osada y obtusa cortedad de miras, y de recursos para «hacernos» de una tierra. Nada de tanta manifestación he visto en otros pueblos. En la «explanada de la Junta» pusieron la de España, grandona (que significa lo mismo que una pequeña), ¿y?, ¿es necesario decir a los españoles que son españoles, fuera de los lugares oficiales donde ya están? En el puente que nos ocupa el recurso del alcalde y el de su corporación ha sido conjugar un binomio, León/España, y en orden inverso si se accede por el oeste o por el este, e intercaladas. No tengo inconveniente en decir que han afeado el puente y que lo desapruebo absolutamente. Hay adornos que llevan incorporada la gastroenteritis.

¿Por qué banderas en un puente sobre un río y no espantapájaros colgando, axiomas célebres, frases ingeniosas, bocetos representando las estaciones, el penúltimo agravio de la Junta, o los discursos completos y más encendidos de un leonés en cualquiera de las muchas tabernas («... quinientas... y una sola librería», que se decía)? ¿Por qué una bandera española como para «compensar» el atrevimiento/interés/provecho de hacer ondear la leonesa? ¿Es que la del territorio, en sitio no oficial, no puede estar sola? ¿Es ello un reflejo de lo acomplejado del alcalde y de su corporación? ¿Qué pinta la bandera de España en manifestaciones y/o expresiones que exclusivamente aluden a León sin ninguna oficialidad estatal? Porque hay que recordar que España es un ente territorial muy posterior a León y por lo tanto su bandera está en demérito con respecto al derecho de la propia de la tierra.

Si el alcalde y la corporación se sienten leoneses no necesitan «disimular» una proponiéndonos al mismo tiempo otra. Si alguien quiere lucir leonesa o española en su ámbito privado, no tengo nada que decir. Pero desde un organismo público no nos pueden distraer más con este papel de caramelo sabiendo que en su interior no hay nada. Si son tan leoneses como aparentan hagan lo que ¡tienen! que hacer: rompan la autonomía y hagan León. Pero no nos vengan con bobadinas y somníferos.

Si son leoneses cabales y de verdad, proclamen, vendan, trabajen y expongan sus intereses y representación por una tierra maltrecha y despreciada que tiene una bandera por sí misma suficiente y preciosa sin que tenga necesidad de ir en comparsa con ninguna otra. ¿Más todavía de lo que acostumbra el adoctrinamiento oficial? Aunque tampoco hace falta que la enseña leonesa esté en todos los sitios.

Desconfío mucho de estos personajes que van por libre, versos sueltos en su partido (tal vez, o no, como finalmente Paco Raquetas ), y que no son capaces se sumarse a una estructura política que ya existe (pueden crear otra) y que es necesario desarrollar y ramificar sus cometidos por todo el territorio. Claro que esto no da resultado inmediato y no es abarcable como se quiere en los términos del rédito exclusivamente personal que se busca. Pero en cambio aquella manera de implicarse es hacer León con todas las letras, y esto otro una tomadura de pelo más.

En muchas ocasiones he afeado la indolencia del pueblo de León. Pero somos en buena parte la consecuencia en acciones del día a día de unos políticos lamentables, sólo servidores de sí mismos y más en el régimen de subalternos y entregados a sus mandos de uno y otro lugar. A esta consecuencia siempre viene cosida la apatía social. No es extraño que a muchos ya les falte estómago para ir votar. ¿Se quiere hacer León en términos autonómicos? Entonces hay que provocar el descarrilamiento actual. Y eso significa poner bases —desarrollar la estructura política— y labrarlas, mimarlas, aconsejarlas, animarlas y guiarlas. Y la gente de la tierra será generosa porque el sentimiento leonés existe.

Hay mucho por hacer. Por ejemplo, duele mucho tener en León, en general, sólo una concepción provincial de León. Y aquí se nos acaba todo. Tan disminuidos nos aceptamos y nos reconocemos. Para quien haya estudiado en su momento la región leonesa con cinco provincias o con tres, el denominador común en ambos casos era la pluriprovincialidad de la región. ¿Dónde está ese espíritu? ¿Lo «abanderamos»?

El León ridículo y falso de algunos por más que lo vistan de colorines que pretenden tocar el sentimiento de la gente, ¿pudiera ir un paso más allá y ser materia de apostolado que llegara a los hermanos leoneses de nuestro sur? En este sentido siempre he abogado por unas manifestaciones deportivas, culturales, etc. que tuvieran como espacio de acción y desarrollo el territorio natural leonés (la vuelta ciclista, el galardón de Leonés del Año, etc.) y de esta manera, que no es intrusión ni mentira, hilvanar este León regional deshilachado. ¿Está el señor alcalde actual, más allá de sus banderines, en esta tesitura de ir planteando estas cosas a sus homólogos del resto de provincias leonesas? ¿Estaría dispuesto a insistir y a tratar de convencer? ¿Inculcar, promover armar y armonizarlo todo con las diputaciones respectivas? Sin duda, sólo su proposición y la insistencia en ello estarían haciendo León, un León mejor y más fuerte.

Mientras tanto el recurso de las banderas —en cierto modo un entretenimiento o distracción—, la inflamación de los ánimos, la mentira escondida —y si no es mentira es apelación emocional de corto recorrido—, sólo devendrán en el fracaso social y en la continuidad subsidiada de una segunda clase autonómica. Quisiera equivocarme, pero a lo peor alguien nos quiere hacer la casa empezando por su despacho. Y eso no funciona en términos de recuperar nuestro pueblo y que esté dirigido por nuestra gente. Las sociedades también tienen su primavera; consiga la nuestra.

Señor presidente de la corporación municipal de León, no emule a otros defraudadores.