Reflexionando desde la ecología
Ecología, economía, ecosistema, ecologista y otros términos que inician con el prefijo eco = oikos/oikía = casa son, como bien saben los profesores de griego y algunos técnicos especializados en esas profesiones (pocos de los llamados ecologistas), son palabras de nuestro idioma español tomadas directamente del griego y que todas hacen referencia a la «casa global en la que todos habitamos», es decir, al hábitat humano, animal, vegetal y mineral. Pues bien, en mis paseos por nuestro paisaje verde en la ciudad de León observo con disgusto y asombro el maltrato que sufren multitud de arbolitos recién plantados y otros ya crecidos.
Me explico. Preguntándome el porqué de la muerte prematura de muchas plantas en nuestras calles y fundamentalmente en nuestros jardines, he podido ver con mis propios ojos cómo algunos trabajadores de la brigada jardinera usan desbrozadoras para limpiar el entorno de dichos arbolitos; el cable de acero o plástico duro del rotor, utilizado con cierta impericia, hiere mortalmente a la planta en la base, al romper la corteza de la misma y cortar la circulación de la savia vital.
Otro ataque directo que pone en peligro la vida de hermosos ejemplares y que no entiendo cómo no se corrige, es la «protección férrea» que rodea, por ejemplo, a los robles de mi calle José Mª Fernández. Estas protecciones en forma de arandelas deberían irse rompiendo para dejar espacio al crecimiento perimetral del tronco; pero observamos que los ejemplares más hermosos y crecidos, actualmente ya no tienen cabida dentro del aro férreo y éste se está incrustando mortalmente en la base del árbol. ¿Quién es el cuidador de esta vida que nos alegra y da sombra, amén de sus ricas bellotas que harían la delicia de suidos y animales del bosque? Mi respeto por el personal de la brigada jardinera; mi aviso es para los responsables de dirigirlos, que no pisan la hierba. Salgan del despacho al tajo.
Con humor (negro) y con deseo de que no caiga en el olvido este recadito cariñoso para el responsable de parques y jardines, voy a ofrecer un símil que los inteligentes lectores entienden y acaso alguno me recrimine. Lo siento, pero nada mejor que un ejemplo, aquí histriónico, para que la lección quede clara a cuantos tienen que cuidar la «economía y ecología» de la Gran Casa. Imaginen ustedes que los cuidadores de niños pequeñitos o de ancianos incapacitados, a la hora de asear y lavar diariamente los pies de los mismos, en lugar de utilizar guantes adecuados para el delicado y necesario cuidado de las extremidades de niños y mayores, emplearan un instrumento cortante para limpiar los tobillos o los dedos, entre los que la suciedad se puede acumular por el sudor… (¡Macabro!); o les colocaran como sujeción de los calcetines una liga fuertemente apretada para que no se los quiten o los pierdan… Se les cortaría la circulación sanguínea. Pues eso es lo que les sucede a los árboles y a las plantas a cuya base se acerca sin el debido pulso el cable del desbrozador girando a toda velocidad. Acaba con su vida o les produce graves lesiones. ¡Todo un despropósito que, desde el despacho, ni se ve y ni se corrige!
¿Dónde están esos ecologistas, autodenominados amantes de la naturaleza? ¿De qué naturaleza nos habláis? Pregunto nuevamente ¿Dónde están esos ministros o ministras que cuidan tanto a los lobos y no saben lo que es una cabra, una oveja, una burra o una vaca, ni por dónde se las ordeña; que ignoran dónde tienen que pastar estos animales a los que dicen defender, para que luego den leche? Tales personajes no tienen problema, porque ordenan que el fluido lácteo se lo sirvan calentito y uperizado, olvidando que ese alimento no nace en los depósitos de acero o en el tetrabrik, para ellos «teta-brik».
Ellas y ellos olvidan a diario que los niños necesarios para sustituir a los que ya se fueron y a los que estamos a punto de irnos, no los trae la cigüeña ni vienen de París y hay que educarlos con mucho cuidado y con maestros y maestras muy bien formados y mejor pagados, no con hordas de descerebrados que acabarán usándolos como carne de cañón. ¿Dónde están las ayudas a las madres gestantes, a las parejas jóvenes que quieren formar un hogar? Todo esto es pura ecología y pura economía. ¡Analfabetos, vuelvan a la escuela o a la universidad y no nos estropeen este jardín que es España!
La Casa Grande que nos acoge a todos los seres vivos, tiene necesidad de padres, madres, maestros, maestras y profesionales de todo el arco laboral y científico. Colectivo tan plural y numeroso exige unos dirigentes políticos con la cabeza bien asentada, porque la nave donde todos vamos embarcados no puede estar en manos de un bufón o un trilero.
No digo que todos los gobernantes sean bufones ni trileros, pero en la actualidad, a mi modo de entender, el trilerismo, la bufonería y el dislate político tienen demasiada presencia en todo el país; necesitamos cabezas bien formadas y no calaveras huecas al frente de los partidos políticos. Nunca es admisible, en un país serio, un gobierno formado por amiguetes inexpertos o revanchistas, que ponen a la ciudadanía de a pie en verdadero peligro de bancarrota.
Algunos de nuestros gobernantes actuales, parecen no haber usado en su vida una pala, la guadaña o la azada (en sentido real o metafórico), ni haber pisado el estiércol de las cuadras. Algunos huyeron del campo y ahora se autoproclaman veganos, otros dejaron la escuela y, con escasa o nula formación, nos quieren dar lecciones magistrales, regular nuestras vidas y nos tratan sin elemental respeto. Les sobra orgullo y les falta sensatez y sentido común.
Termino aplicándoles la frase con la que Jesús Quintero acababa poniendo en su sitio a tanto analfabeto y al analfabetismo rampante: « ¡Un poquito má, señores, un poquito maaaá…, jo…!»».
Menos verborrea mentirosa, menos asesores improductivos, gorrones, más trabajo de verdad en pro de la ciudadanía callada y sufrida. Y todos a cuidar la Casa común, sudando la camiseta, para sacar adelante el carro empantanado de este querido país, España.