En memoria del profesor Zorita Tomillo
Ante la triste noticia del fallecimiento del Prof. Zorita escribo unas líneas en memoria de su labor como maestro de una generación de investigadores y profesores universitarios que, no obstante estar dispersos hoy por toda la geografía nacional, comparten el aprecio por su persona como referente de compromiso personal y comportamiento académico, caracterizado por el trabajo honesto y altruista y por la generosidad con que impulsó el trabajo en equipo desde su incorporación como catedrático de Genética y Alimentación a la Facultad de Veterinaria de León, en 1962.
Enfrentado en los comienzos de su carrera científica a la España autárquica, resultante de la guerra civil, marginada del desarrollo científico y de tantas innovaciones técnicas que en el resto de Europa se producían, no es de extrañar que el joven Doctor Zorita encontrase en el espíritu regeneracionista de los ilustrados del XVIII la motivación de su tarea como científico. Con una gran dosis de influencia germánica en su formación en el Instituto de Nutrición Animal de Braunschweig-Völkenrode (Alemania Federal), e inmerso como Colaborador e Investigador Científico (1957-1962) en el seno de una institución, como el CSIC, levantada sobre los vestigios de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, el Prof. Zorita se consideró en cierta medida continuador de los postulados educativos de la Institución Libre de Enseñanza. La preocupación por centrar los objetivos de la investigación en la resolución de problemas de carácter general y permanente, esforzándose por huir de modas coyunturales o del mero engrosamiento curricular, ha sido una constante en la trayectoria científica del Prof. Zorita. Esta concepción de la responsabilidad como investigador, a modo de los arbitristas del XVIII de quien era profundo admirador, justifica sus esfuerzos por crear y desarrollar un centro de investigación ganadera, que permitiera el abordaje de los grandes problemas agrarios nacionales, en los que, según su visión, la ganadería y particularmente los rumiantes deberían jugar un papel esencial.
Su acceso a la Dirección General de Universidades y de Política Científica en 1976 fue la ocasión propicia para transformar en Centro de Investigación independiente, con sede en la finca de Marzanas (Grulleros), la ya existente Estación Agrícola Experimental de León como Centro Mixto del CSIC, precursora del actual Instituto de Ganadería de Montaña. Quienes hemos tenido la fortuna de ser sus discípulos recordamos con cariño y agradecimiento su ayuda y estimulo en los años cruciales de nuestra formación, contribuyendo a la creación de esas inquietudes intelectuales y principios comunes que permiten definir a un grupo de profesores e investigadores como Escuela. Esta Escuela cuyos sucesores se extienden hoy por centros de investigación, como el mencionado Instituto de Ganadería de Montaña en León o el Instituto de Acuicultura Torre de la Sal en Castellón, ambos del CSIC, o el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentarios de Asturias, o las Universidades de Zaragoza, Barcelona, Lleida, Madrid y Málaga, además de la de León, puede haber atenuado algunos de los rasgos iniciales pero conserva el espíritu que caracterizó el pensamiento del Prof. Zorita.
Y que podríamos calificar de Regeneracionista por su interés en analizar y resolver los grandes problemas nacionales y por su fe en la educación y la ciencia como único medio eficaz de progreso. Confío en que mis compañeros disculparán el atrevimiento de arrogarme su representación en este recuerdo del Maestro sin su previo consentimiento. Y utilizo intencionadamente el término Maestro en su acepción Orteguiana referida al docente que procura la formación integral y la creación de inquietudes más que la mera transmisión de información y habilidades. Es decir, una formación con ingredientes humanitarios que acompañada del ejemplo de compromiso personal ante la tarea docente y científica, fue una de las características esenciales de D. Eduardo Zorita.. Espero que el legado de D. Eduardo tenga sus mejores frutos en las nuevas generaciones, cumpliéndose así su deseo manifiesto de ser superado por sus discípulos en los logros científicos, ya que es de todo punto imposible que pueda serlo en lo que se refiere al acervo cultural y humano en los que siempre continuará siendo nuestro punto de referencia.