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Publicado por
Casimiro Bodelón, psicólogo clínico
León

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Empiezo preguntando, por aquello de «queremos saber; no queremos que nos soben ni molesten» y «a cada uno lo suyo o que cada palo aguante su vela». Por prudencia elemental y para evitar las consecuencias del calentón y el barullo del primer momento, he dejado pasar la noticia casi un mes (una eternidad en el mudo mediático de hoy día), cuando la noticia ya haya dejado o no, de ser noticia, para hacer mi reflexión en voz alta sobre la actuación del señor interventor del Alvia Barcelona-Galicia, de finales de octubre; intervención muy correcta de él y de Renfe, ante el irresponsable proceder, todo según mi criterio, de los dos adultos al cargo de 22 menores de La Llacuna (La Laguna-Barcelona), que iniciaron viaje en Barcelona-Sants, con destino a León, pero fueron obligados a bajarse del tren en Palencia, debido al comportamiento disruptivo de los menores, sin el preceptivo control de sus educadores, que no respondieron a los avisos del interventor para que pusieran orden en la chiquillería inquieta, sin las preceptivas mascarillas, que correteando y gritando, molestaban al pasaje a lo largo del trayecto.

Muchos adultos, pacientes, solemos decir: ¡los niños son niños y se portan como tales! Vale, pero todo tiene un límite y alguien, los responsables, deben poner orden, cada uno en su sector. El interventor, tras las quejas del pasaje, pidió a los encargados del grupo que calmaran a la chiquillería; cumplió su función en defensa del pasaje; era su obligación. Los dos llamados educadores, desconozco su sinrazón, supongo que en perfecto catalán, muy bajito, se dirían para sí: «que es fotin» [«que se jodan», vulgarismo muy usado allí], y no cumplieron con su obligación, pagando las consecuencias. No pongamos, pues, el foco en los niños, de por sí incapaces de respuestas adecuadas, tras siete horas encerrados en un tren; niños a los que no se les dejó tirados ni abandonados por las autoridades palentinas; no ponga, pues, Sra. Ministra de Transportes, el foco en el interventor, cuya función cumplida es intervenir en defensa de la mayoría de los pasajeros, aún a mitad de trayecto, hasta Vigo.

En Cataluña tienen una excelente costumbre, desde muy antiguo; crean en pueblos, barrios y ciudades multitud de «Casals», lugares de reunión donde responsables juveniles organizan colonias veraniegas y salidas educativas al monte, a la playa, los fines de semana, puentes y festivos, con multitud de actividades educativo-culturales, todas dentro de lo que ellos denominan «Esplai», para desfogue y encauce de la plural energía vital de niños y jóvenes. Pues, hete aquí que con buen sentido, el Colegio de La Llacuna, en sintonía con los padres de los menores, organizó este viaje cultural a tierras de León, por lo que merecen nuestra felicitación, pero se equivocaron en la elección de las dos personas encargadas del cuidado de los menores (en este viaje). Viajar es muy bonito, lo digo por experiencia en la materia, pero hacerse cargo de niños, de preadolescentes o de adolescentes, en estas excursiones, supone una responsabilidad tremenda para la que no todos valen y que nunca se valora adecuadamente, a pesar de suscribir seguros de accidentes, que cubren lo que cubren.

Hacerse cargo de uno o dos niños es muy duro. Responsabilizarse de 22 o más, lejos de la casa paterna, es una carga que pocos cumplen adecuadamente y…, por eso suceden tantas cosas, algunas muy graves, que luego se ocultan a los padres y nunca llegan a enterarse; todo esto suele tener mal arreglo. Más de un padre o madre que lean estas líneas, en su silencio, me darán la razón, sin yo haber sido muy explícito. Intelligenti, pauca [a quien lee entre líneas, le sobran explicaciones]. Cada menor es como un volcán, nada fácil de controlar y menos lejos de casa. Pues bien, cualquier responsable de colonias escolares, de Casal o de Esplai, al igual que cualquier padre-madre de familia o maestro, con dos dedos de frente, saben, aunque en este caso lo olvidaron, que deben viajar con los ojos y los oídos muy abiertos y muy limpios, llevando listo y bien empuñado, (lo cual cansa y hasta agota), el freno de mano para cortar de raíz, sin gritar, pero con absoluta firmeza/autoridad y sin que les tiemble el pulso, cualquier exceso conductual de estos volcanes o pequeñas fumarolas, llenos de vitalidad, evitando incidentes desagradables y molestias a cuantos les rodean.

Todos los ciudadanos educados, quien más, quien menos, tenemos espaldas anchas, pero no para aguantar barraganadas como las ocurridas en el Talgo nº 00697 Barcelona-Cádiz el 25 de abril pasado (aquí sí fallo Renfe y lo critiqué), pero obró con buen sentido, y ha ganado la sentencia, por el sarao que unos jóvenes bobalicones montaron en el AVE Madrid-Murcia, creyendo que todo el monte es orégano y viva Cartagena. La Justicia les ha obligado, en sentencia de octubre de este año, a indemnizar al resto del pasaje, por un importe superior a los 7.500 euros, dándole la razón a Renfe. En el suceso de Palencia, me gustaría que Adif obligara a los dos educadores y al Colegio de la Llacuna, in solidum, a pagar por lo menos el importe del autocar que los trasladó de Palencia a León; sería un buen escarmiento y evitaría que por bastardía política se culpara al Interventor, escrupuloso cumplidor de su deber.

Este no es un problema de Renfe ni del interventor. No se equivoquen fiscal de Menores o Defensor del Común; es fruto de mala praxis educativa, competencia específica de la Ministra de Educación, y del que no debe escaquearse. Su dejadez endémica se convierte en un maltrato encubierto para miles de niños, que por carecer de protección adecuada, no pueden estudiar ni el idioma patrio y acaban creyendo que «ancha es Castilla» y «campi qui pugui» [Sálvese quien pueda]. A la directora, responsable de los niños y de los cuidadores, se lo voy a decir en catalán para que vea que no se me caen los anillos y sé de qué hablo. Senyora: en tota Castilla y León, tothom, i sobretot els nens i les nenes petits, sempre son y seran benvolguts i benvinguts a la nostra Comunitat, perquè tots pertanyem al mateix país; però també la dic a vostè que ni avui, ni mai volem mestres o educadors irresponsables; vull dir persones que no compleixen amb les seves obligacions per a la convivència cívica y social. Per tot això la recordo que jo i molts mes de ací i d’enllà , estem emprenyats pel comportament dels nens que viatjaven, sota la seva tutela delegada, al Alvia que les ha deixat a Palencia. Recordi vostè sempre la dita llatina: ««Naves et pueri per puppim reguntur [Las naves y los niños se gobiernan por la popa»». Si no voleu entendre, —com es diu a vostra casa—, foteu al camp i deixeu la professió educativa. ¡Mes clar, aigua!