8.000 millones: un dato para celebrarlo o más bien para preocuparnos
No hace falta ser demógrafo, ni siquiera experto en números, para darse cuenta de que los datos demográficos a nivel mundial son muy preocupantes. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la población mundial creció de forma muy lenta. La corta esperanza de vida y la alta mortalidad, especialmente infantil, contrarrestaban la alta tasa de natalidad, produciéndose un incremento demográfico reducido.
Pero el desarrollo de la agricultura y más tarde la Revolución Industrial, produjeron una explosión demográfica, alcanzándose los primeros 1.000 millones de población en torno al año 1800. A partir de esta fecha, la población comenzó a experimentar un fuerte incremento demográfico.
Al disponer de más alimentos, higiene, sanidad y avances médicos, la población se duplico y llego a 2.000 millones en 1930. En 1950, las Naciones Unidas estimaron que la población mundial era de 2.600 millones de personas. Se alcanzaron los 5.000 millones en 1987, los 6.000 millones en 1999, los 7.000 millones en octubre de 2011 y el 15 de noviembre de 2022, la ONU ha reconocido la cifra de 8.000 millones de personas.
Se espera que la población mundial aumente 1.700 millones más en los próximos 30 años, pasando de los 8.000 millones actuales a los 9.700 millones en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 11.000 millones para finales del presente siglo. Según muchos científicos, esta cantidad de población acarreará para la humanidad escasez de agua potable, de alimentos y de tierra laborable; las ciudades serán más grandes, la desertización comprenderá más territorios y la pobreza llegará a más millones de personas. Mantener este crecimiento vertiginoso de la población por más tiempo simplemente sería el suicidio de la humanidad.
Las Naciones Unidas eligieron como fecha simbólica el 15 de noviembre de 2022 para marcar el día en que la humanidad alcanzó la cantidad de 8.000 millones de habitantes. Con esta ocasión, el secretario general de la ONU, António Guterres, consideró que el número es una llamada de atención para que la humanidad mire más allá de los números y cumpla con su responsabilidad compartida de proteger a las personas y al planeta, comenzando por los más vulnerables. «A menos que superemos el enorme abismo entre los ricos y los pobres, nos estamos preparando para un mundo de 8000 millones de habitantes lleno de tensiones y desconfianza, crisis y conflictos», advirtió António Guterres. En la misma línea se ha manifestado el Fondo de Población de las Naciones Unidas al señalar que haber llegado a los 8.000 millones de habitantes es un logro de la humanidad, pero también plantea preocupaciones sobre los vínculos entre el crecimiento de la población, la pobreza y el cambio climático.
Es verdad que el crecimiento de la población hasta nuestros días no ha producido las catástrofes y mortandades que anunciaba Robert Malthus en 1798. Malthus no previo la emigración al Nuevo Mundo, ni los efectos positivos de la Revolución Industrial y luego de la Revolución Verde, que aumentaron la producción de alimentos de forma geométrica, que él aplicaba solo al crecimiento de la población. Sin embargo, ya no existen muchas posibilidades de emigrar para aliviar la presión demográfica de los países superpoblados, y las revoluciones ya no dan más de sí. Por esto, los países más desarrollados a lo largo del siglo XX adoptaron la planificación familiar para detener el crecimiento de la población. Ahora toca a los países en desarrollo tomar esa misma medida.
Aunque el promedio de la tasa de natalidad ha venido cayendo lentamente desde hace décadas, sin embargo, la población mundial sigue creciendo, debido a lo que los científicos llaman el «Momentum demográfico» o impulso de la población.
En la actualidad hay mucha población joven en sus primeros años de reproducción en los países menos desarrollados y aunque comienzan a reducir su natalidad, también se está reduciendo considerablemente la tasa de mortalidad infantil, por lo que se sigue produciendo un gran crecimiento demográfico.
La población mundial viene creciendo más de 70 millones cada año. Los demógrafos de la ONU dicen que la población mundial continuará creciendo durante todo el siglo XXI y parte del XXII, aunque cada vez a un ritmo menor.
Según la Organización de alimentos y Agricultura de la ONU, actualmente más de 1000 millones de población sufre hambre crónica, y al menos 8 millones mueren diariamente por el hambre o por enfermedades relacionadas con el hambre.
Hoy se dice que una de cada ocho personas viven en suburbios, pero para mediados del presente siglo, que la población mundial habrá alcanzado los 9.000 millones, uno de cada tres serán pobres y habrán emigrado a los suburbios de las grandes ciudades, lo que equivaldrá a 3.000 millones de pobres en el mundo, y su fuerza revolucionaria, causada por el hambre, no habrá quien la detenga.
El problema no es solo el aumento de población, sino también que millones de personas, principalmente en Asia, alcanzarán un estatus económico superior y comenzarán a consumir más grano, carne y pescado, como lo hace la clase media de los países desarrollados, lo que agravará la situación medioambiental y alimentaria en el mundo. Ante este futuro, no tan lejano, nadie sabe cuál puede ser la solución. Por todo ello, el crecimiento de la población debiera ser un tema de máximo interés y preocupación, no solo para los demógrafos y científicos, sino también para las instituciones, las familias y los individuos en general. Estabilizar la población mundial requiere reducir la tasa de natalidad en aquellos países donde todavía es muy elevada y son precisamente los países más pobres e inestables.
Yo estoy a favor de la vida y creo que es una obligación de todo ciudadano buscar y desear una vida digna para toda la humanidad. Pero, ¿se puede estar de acuerdo en que siga creciendo el número de pobres y que sigan naciendo innumerables niños condenados al hambre, a las enfermedades de todo tipo y a una muerte prematura?