Once nenazas y un llorica
No puedo reprimir la tentación de hablar sobre el Furbo , que decía el otro, cada vez que se escenifica de nuevo esa opereta de los beodos del esférico que es la Copa del Mundo. Deben excusarme mis lectores, pero no son baladíes los efectos que deja «en lo social» su ejecutoria. De hecho, las cuatro semanas que dura la competencia por el Trofeo de la Fifa es el hecho más relevante, con diferencia para la mitad, pero solo la mitad, de los habitantes del Planeta.
Y ahora que finalmente han enmudecido los clarines y regresado a su hogares los paladines del magno torneo, unos con honor, otros sin vergüenza, es hora de expresar algunas considerandos. Esfuerzo me ha costado y mucho ignorar los coletazos del ¡gran alboroto!, pero finalmente, después de la apoteosis del evento me entero, tomando mi café de desayuno, en una tasca de pueblo, de su desenlace. No me ha sorprendido, aunque esperaba, desde mi parapeto, no deportivo sino socioógico, que el trofeo lo pasearan por Rabat. Porque para los barandas de la Fifa que no dan puntada sin hilo, a África ya le tocaba lo mismo que le tocaba a España hace 12 años. Pero no, África tendrá que esperar ocho años más, ahora había que darles una alegría a los latinos. Y puestos a memorar el transcurso de la justa, se me ocurre que, qué alivio tan grande, sí, qué alivio que despachasen tan pronto a la pandipija de mocosos sin destetar y a su padrino, el llorica que representaban nuestros colores. Que recogieran sus maletas y regresaran sin laureles para esconder sus vergüenzas en el despeñadero de los inflagaitas.
Alivio porque así callaron, o se templaran al menos, los pregoneros de la «Iglesia Universal del Esférico Ecuménico» y su insufrible chilloneo en diales y pantallas. Y porque así truncaron también la infame mariscada que ya estaba degustando nuestro Gobierno de echarse a hombros la rojigualda para pregonar su amor por la patria. Y gallear, de paso, en los palcos de Catar a la caza de inocentes patriotas futbolátricos. Ellos que llevan cuatro años vendiendo los retales del Estado a los saqueadores del Reino.
Y qué lastimoso ese crujir de dientes o dolor de encías en bares y tabernas, en oficinas y tajos, esa frustración y ese desánimo de los fervorosos amadores de la escuadra patria.
Por el nuevo fiasco, la nueva frustración del ego nacional. No deberían estar deprimidos sino airados, furiosos contra esa cuadrilla de mamoncetes, con nóminas de millón de euros dirigidos por el Llorica «mama, me pego Tassoti». Una pandilla anémica de mozalbetes millonarios, derrotados por una cuadrilla de jornaleros pero con más «de lo que hay que tener» que los guerrilleros de Abdel Krim. A un ingeniero se le paga por lo que sabe y se le exige por lo que cobra. A las prima donnas del esférico, como la las estrellas de Hollywood, se les excusa todo.
Se vistieron de rojo hasta el culo para pregonar de rojerío pero el patriotismo se le ocurrió por la entrepierna. Un Desastre de Annual de ópera bufa ante el vecino adversario rival secular. Rifeños de carácter que nos la cuelan por todos los ángulos; Sahara, fosfatos Ceuta, emigrantes.
No he visto ni un minuto de pasteleo de este equipo de fracasados, ni falta que hacía, su sino estaba encofrado en los gimoteos del llorica que lo preside.